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La luz de una estrella muerta

Paula Klein

LITERATURA ARGENTINA

El arte contemporáneo es señalamiento. La idea misma de las vanguardias, ¡viejas como son!, apuntaba precisamente a lograr encontrar en la vida lo mismo que podía presentarse en la obra. No hay afuera de lo que un objeto artístico puede llegar a ser: estamos todos adentro o a la intemperie. La obra de Alberto Greco (1931-1965) es sintomática con respecto a este panorama: alguien que, desde un temprano informalismo, hacía de sí mismo, de su autopresentación o de la presentación en un sentido lato del término (los vivo-dito) una obra de arte. La primera novela de Paula Klein es un ejercicio en la misma línea: breve, precisa, intenta “presentar” a Greco y a su protagonista a partir de un recorte de situaciones, de momentos que entran en el texto no como algo representado, sino como una instantánea, un breve círculo que busca enmarcar dos vidas.

Investigadora radicada en Francia, Klein no disimula su relación con el mundo académico, sino que lo utiliza como un puntapié para escribir otra cosa. Y es que, en definitiva, La luz de una estrella muerta puede ser leída también como una novela sobre la escritura de una tesis. Su logro central es que el género del que participa termina siendo el de suspenso: la tesis, la investigación, es algo que atosiga y que parece convertir el mundo en algo pesadillesco, donde el propio objeto de estudio se termina transformando en el criminal acechante. Así lo vemos en la protagonista de la novela, Elena, quien se obsesiona con la vida de Greco, el cual llega a su vida, bien dice ella, con la fuerza de algo azaroso. En el medio de ese largo proceso que es sumergirse en la vida de otro, Elena se encuentra en Francia con otra argentina, Grace, quien la invita a fiestas, la lleva a conocer gente nueva, la libera un poco del corsé ascético de quien tiene que escribir tanta cantidad de caracteres por día. Hay entre ellas una tensión que también tiene forma de thriller: ¿quién es Grace? ¿Qué quiere? ¿Qué busca en Elena, quien a su vez busca a Greco, quien parece manifestarse en Grace-Greco? Con tono de película de la nouvelle vague, muy pronto la historia se torna un laberinto que parece sacado de la vida, una vida mirada con ojos artísticos.

La luz de una estrella muerta es, como lo indica su título, un agujero negro que termina atrapando a Elena, a Grace, al propio Greco (que aparece como personaje, en capítulos intercalados a la historia de Elena), al mundo parisino siendo visitado por argentinos. Hay algo de Rayuela en este tipo de operación: argentinos en exilios autoimpuestos que participan alegremente de la alienación de la vida parisina, donde todo asunto parece suspenderse en búsqueda de lo chic, de lo nuevo. Pero ¿y si eso se convierte en una forma de discutir con las condiciones mismas del arte? La sensación de estar siendo perseguida, de lo “siniestro” que siente Elena, es la emergencia de que hay algo dentro de ese mundo que resulta impostado. Por eso, la lógica de novela de suspenso que se termina armando en la obra de Klein podría leerse como la manifestación formal de una distancia: ya no sólo geográfica, sino experiencial. Moviéndonos al otro extremo del horizonte artístico-crítico, Elena siente el “cielo” parisino como algo falso que va recortando su vida. Como si hubiera allí un problema medular en términos de cómo se es un artista argentino. Klein pone en juego algo que termina desbordando los propios límites de la novela y lleva a una pregunta que implica a Greco, a Elena, a Grace, al lector mismo: ¿qué hace un sudamericano en Europa?

 

Paula Klein, La luz de una estrella muerta, Mansalva, 2021, 138 págs.

17 Feb, 2022
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