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Hay escritores que construyen un estilo personal; algunos, además, crean un mundo. Es el caso de Enrique Vila-Matas, que ha tomado conciencia de ello en la última década, durante la cual ha escrito varios textos donde explica sus propios logros y hallazgos, sin dejar de reconocer los errores y los límites. Uno de los más importantes es la poética “Chet Baker piensa en su arte”, que encuentra en esta larga conversación con su traductor al francés, André Gabastou, un perfecto complemento. Si la poética es un género del yo, la entrevista es una forma de salir del ensimismamiento, de permitir el intercambio de opiniones, de adquirir distancia para que penetre la ironía. Esta charla cómplice, llena de datos y de reflexiones, respira gracias a ese vaivén. Su ordenación cronológica, desde la infancia hasta el presente, con paradas en cada uno de los libros vila-matianos, es claramente pedagógica. El libro, de ese modo, sirve tanto como introducción al universo narrativo del autor de Historia abreviada de la literatura portátil como de enciclopedia para iniciados. También puede leerse como extensión de la página web oficial del escritor, probablemente la más completa de la literatura en nuestra lengua.
Tres podrían ser los principales hilos conductores que entretejen los cimientos del volumen. En la superficie tenemos la biografía, el aprendizaje, la creación de una tradición propia, las relaciones con los editores, los amigos escritores, Magris-Sebald-Bolaño, la recepción local e internacional, las etapas de una obra altamente autoconsciente o la irrupción en lo literario del arte contemporáneo; pero a mí me interesa lo que corre por debajo, esos tres ríos subterráneos. El primero es el concepto de estructura. Es la palabra técnica que más se repite en boca de Vila-Matas. El mayor mérito en su trayectoria sería haber ideado, para El mal de Montano, una arquitectura que “no recuerda a ningún libro que yo al menos conozca, está completamente inventada, es una estructura inédita en la historia de la literatura”. Semejante obsesión no es de extrañar si se recuerda que, en la lista de consejos que le redactó Marguerite Duras en París, el primer punto era: “1. Problemas de estructura”. Eso nos lleva a la segunda línea mayor: los múltiples mitos de origen. El parisino es sólo uno. A medida que avanza el volumen, se suceden varios, desde sus simulaciones de lectura en la infancia (para impresionar a sus hermanas) hasta que “fui a Varsovia inocentemente y me convertí en escritor gracias a Pitol y al impulso afectivo e intelectual que él me dio”, pasando por Duchamp o por las entrevistas inventadas de la juventud como los textos que forjaron “mi voluntad de escritor de ficciones”. Esos varios orígenes nos llevarían al tercer y último hilo conductor: la antelación como constante. Tal como Vila-Matas se imagina a sí mismo, todo está prefigurado. Desde sus cuentos o novelas en aquellas famosas entrevistas hasta lecturas que no hizo hasta mucho tiempo después, cuando ya las había utilizado como modelo. “Es una costumbre mía narrar viajes antes de hacerlos”, dice. La suya sería una poética de la anticipación.
Enrique Vila-Matas, Fuera de aquí. Conversaciones con André Gabastou, Galaxia Gutenberg, 2013, 272 págs.
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