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Parnasiano chic, mestizo curitibano, letrista purasangre, redondeador de haikus, humorista epifánico y epifenoménico, jugador verbal, maestro zen desconocido, distraído vencedor: un auténtico magma tipológico surge cada vez que Paulo Leminski (Curitiba, 1944-1989) se presenta en escena, sensación que se evidencia aún más en la antología Aparezca y desaparezca que hoy nos convoca.
Vista su obra en perspectiva, se tiene la sensación de que cada palabra, cada verso, cada poema se manifiestan como algo efímero, plausible de desaparecer y sin embargo latente al finalizar la lectura, dejando una marca o imprinting que sólo puede provenir de su singular ejecución. Sus ejercicios poéticos son a su vez canciones sensu lato: hacen parte de un repertorio “Poemas para decir, en voz alta / Poemas letras, lyrics, para cantar”. Desde Cuarenta clics en Curitiba a winterverno detectamos oscilaciones menores en una búsqueda que parece ser siempre la misma, que tiene que ver con generar un efecto similar al de las palabras-pivote o kakekotoba: en los diferentes niveles de sentido (desde los literales a los homofónicos subsidiarios) se termina produciendo un “pasaje de una palabra dentro de otra palabra, dejando en ella su perfume. Su recuerdo. Su saudade”.
Tiene razón Alejandro Güerri (dedicado traductor) en su prólogo cuando afirma que el “misterio es uno de sus motivos recurrentes, cómo en lo simple puede habitar algo incognoscible, indefinible, en fuga”. Esta extrañeza, esa exploración de lo ambiguo se manifiesta por su parte en “hexagrama 65”, donde se afirma que “Ningún dolor por el daño. / Todo daño es bendito. / Del año más maligno, / nace el día más lindo. // 1 día, / 1 mes, 1 / año. // /” o en un poema sin título en el que sólo figura: “pálpito / el graffiti / es el límite”.
La suya es una poesía expandida tanto más cuanto que logra obturar el sentido a través de la forma; mediante arreglos tipográficos, poemas deformantes, intercalaciones curiosas y homofonías traslocadas, Leminski formula un idiolecto que de tan privado se asemeja a lo universal. Es tan expansiva su obra que incluso su hija Aurea menciona, hacia el final del libro, que sirve de materia para instalaciones y peregrinaciones en Brasil.
La edición de Añosluz merece un párrafo aparte en esta reseña. Es necesario mencionar, además del enriquecedor prólogo, las cuidadas anotaciones, la incorporación de las portadas de cada libro del poeta y de material de archivo fotográfico, que el libro como objeto físico es una obra de arte en sí mismo. Una verdadera joya en tiempos aciagos para la edición argentina. Motivo suficiente como para que el deleite leminskiano aparezca sin abandonarnos del todo jamás.
Paulo Leminski, Parezca y desaparezca. Antología poética, traducción de Alejandro Güerri, Añosluz Editora, 2022, 178 págs.
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