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Pasaron nueve años desde el último disco de estudio de Caetano Veloso (Abraçaço, 2012), aunque el bahiano no dejó de tocar y dar shows, como Dois amigos, um século de música, con Gilberto Gil —que incluyó el estreno de un tema compuesto conjuntamente, “As camélias do quilombo do Leblon”—; el cuarteto familiar con sus hijos Moreno, Zeca y Tom: Ofertório; y Caetano Veloso & Ivan Sacerdote; además de una buena cantidad de colaboraciones: con Emicida, Anitta y Cézar Mendes, entre otras.
Meu coco —expresión popular para cabeza, como sería en Argentina “mate”, “balero”, “bocha”, e incluso también “coco”— contiene doce nuevas composiciones realizadas los últimos años.
“Anjos tronchos” comienza con un marcado bajo, al que se suman guitarra y teclados; cuenta con un intermezzo cadencioso, mientras se mencionan los “payasos líderes” que “brotaron macabros”; en medio de “imperios milenarios”, la “Primavera Árabe, y luego el horror”. ¿Quiénes son los “ángeles tuertos del Valle del Silicio / de esos que viven en lo oscuro a plena luz”? Un “ahora”, un presente propio, vivido “como un denso algoritmo”. “Autocalanto”, eminentemente vocal, podría, por su delicadeza, ser una canción pra ninar (de hecho se inspira en las vocalizaciones que lanzaba uno de sus nietos siendo bebé): “Ya es nota de Tom / y tiene color de jazmín // Yo nunca había visto nada así”. Por su parte, con sus guitarras y violines, “Ciclâmen do Líbano” conecta la naturaleza y el espíritu: humanismo, y deseos de armonía. “Cobre” es otra canción con la guitarra y el canto en falsete; a lo que se suma una orquestación de cuerdas. Comienza lento, pero cambia de ritmo. “Enzo Gabriel” pregunta ante un bebé recién llegado, que lleva el nombre más usado por los padres brasileños en 2019: “¿Cuál será tu papel / en la salvación del mundo? / Mirá para el cielo / No hagas lo que yo / y mi corazón vagabundo”, anticipándole: “Verás lo que es haber nacido en Brasil”. Se trata de un tema con calidez y ritmo, conteniendo acordeón, que finaliza a fuerza de percusiones. Sobre una base de campanillas y palmas, “GilGal” enuncia: “Viene de Pixinguinha y Jorge Ben”, pasa por Djavan y más nombres de la música popular, como el “inmenso Milton Nascimento”. En otras palabras, tradición, homenaje, diálogo. “Meu coco” expone los principales ingredientes que arreglan el álbum —percusiones y nuevamente guitarras y orquestaciones (en este caso, bronces)—, declara aquí sus principios, su identidad artístico-musical. “Não vou deixar”, con teclados al frente, afirma con seguridad y humildad: “Yo sé cantar / y sé de algunos que saben más / mucho más”. Ante la vida (“mucho amor, mucha lucha”), expresa la frase que da título al tema: “Grito y repito: ¡yo no lo voy a dejar!” (refiriéndose obviamente a Jair Bolsonaro, que acababa de ser elegido presidente al ser compuesta la letra). Se destacan la sutileza de los teclados, las percusiones electrónicas, además del chelo. “Noite de cristal” homenajea la poesía y la alegría (y los amores), apelando a orquestaciones de cuerdas, nuevamente, y a percusiones típicas. “Pardo”, una bossa nova con tambores y cuerdas, ofrece un tributo a la tradición, igual que “Sem samba não dá” —con su cuica y coros—. El fado, junto a la joven cantante portuguesa Carminho, aparece y se luce en “Você-você”.
Ya el solo título del álbum podría tanto resumir como significar la inteligencia musical: el “yo multiplicado” de Caetano, como se juega o alude en la foto, que surge del intelecto, la voluntad y conciencia creativas. Un gigantesco laboratorio donde lo clásico y lo moderno, las tradiciones y el cosmopolitismo —siempre atento y abierto a las innovaciones y nuevas tendencias, fiel a la antropofagia del concretismo— se combinan de manera novedosa y armoniosa, sensible, inspirada y vanguardista, tal como lo ha hecho a lo largo de toda su trayectoria artística.
Caetano Veloso, Meu coco, Sony, 2021.
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