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Amo a mi mamá

Chen Xiwo

OTRAS LITERATURAS

Se acusa a un hombre de treinta años de haber matado a su madre. Ese es el punto de partida de Amo a mi mamá, la novela de Chen Xiwo (Fuzhou, 1953), que viene precedida por una historia de censura y persecución en China. Ya desde la contratapa, la edición de Mil Gotas nos advierte: “Casi todas las novelas de Chen Xiwo fueron prohibidas en su país. Más aún esta, la más urticante de todas”.

Cuenta Chen Xiwo que nadie se animaba a publicarla. En 2003 una revista intentó hacerlo, pero cuando el “revisor” (un rol clave dentro del sistema editorial chino) la remitió al centro de propaganda del Comité Central del Partido Comunista, casi despiden al editor en jefe. En 2007, por fin, Taiwán se decidió a publicarla, con la consecuencia de que los libros fueron incautados por la aduana al ser enviados al continente. Hay un carácter revolucionario en la literatura de Chen Xiwo que debe ser pensado desde sus condiciones de producción. Es imposible leer Amo a mi mamá sin pensar en China y en el coraje de su autor.

En la novela, el acusado de matar a su madre contrajo la poliomielitis de chico, a los dos años. Ni siquiera puede mantenerse de pie con un bastón, así que simplemente no usa ninguno. Toda su vida necesitó de su madre. Ella nunca dejó de cargarlo, adelante o en la espalda. Incluso compartían la misma cama para que ella pudiera atenderlo mejor, calmar sus necesidades. Incapaz de valerse por sí mismo, sin ninguna posibilidad de integrarse a la sociedad, se lo acusa de haber matado a la persona de la cual siempre dependió.

Es un verdadero incordio tenerlo en la sala de interrogatorio, alojarlo en prisión, darle de comer, ayudarlo a subir y bajar de la cama para dormir.

Hubo un tiempo en que su madre quiso conseguirle esposa. No funcionó, no consiguieron interesar a ninguna mujer adecuada. Fueron bajando las condiciones de ese extraño casting, se fueron conformando con menos. Leemos, entonces: “Todo el mundo tiene una inclinación hacia la belleza, pero ellos debían concentrarse en hallar la fealdad”. Muchas veces, los refranes vienen a explicar lo que les toca vivir. Sobre ese apetito natural del ser humano por la belleza, que ellos estaban contraviniendo, el refrán dice: “Los hombres van hacia arriba, el agua corre hacia abajo”. Al principio tenían plata para ofrecer a las candidatas, pero después ni siquiera eso. Ni entre las lisiadas le encuentran una novia.

La novela tiene el tono seco de un interrogatorio y la posterior confesión. Alguna zona de la cultura china queda revelada en sus pliegues. ¿Acaso no funciona bien el sistema?, se preguntan sus páginas. Se cuenta que se combatió la prostitución con tanto éxito, que arrastró a todo un estrato social. Con una lógica irreprochable, colapsaron los clubes nocturnos y los hoteles, los taxistas vieron mermada su actividad. Otro refrán chino, vinculado con la perseverancia: “Es saludable tratar al caballo muerto como si estuviera vivo”.

Hasta que sucede algo y hay un quiebre en la historia. En ese tiempo nebuloso de interrogatorio y cárcel, previo a cualquier condena, ese tiempo que no se sabe bien cuánto dura, de pronto el acusado se vuelve humano para el policía que sigue su caso. Un gesto nocturno dispara su interés, algo mínimo, que al principio no entiende: ve al acusado restregarse los dedos contra la pared de su celda. Después comprende: se limpió el semen de las manos.

Cuenta Guille Bravo en el prólogo que Chen Xiwo se educó en Japón, donde adquirió el gusto por los mangas y la literatura que tensan la cuerda de la experimentación sexual.

 

Chen Xiwo, Amo a mi mamá, traducción de Stella Maris Gómez, Mil Gotas, 2020, 80 págs.

1 Oct, 2020
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