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Editado por primera vez en 1976 por The Viking Press, Las listas del pasado, el primer y único libro de Julie Hayden (Nueva York, 1938-1981), fue exhumado en 2010, cuando Lorrie Moore le puso voz a “Ratas bebé de un día de vida”, uno de los relatos que componen el libro, en un podcast que rápidamente se popularizó. A partir de ahí, Hayden, que hasta entonces había quedado en el olvido, fue redescubierta y hubo una serie de reediciones y traducciones de su obra, hasta la que nos convoca en este caso, que llega de la mano de la flamante editorial española Muñeca Infinita, con prólogo de S. Kirk Walsh y traducción de la argentina Inés Garland.
Conformado por doce relatos —diez de los cuales vieron la luz originalmente en las páginas de The New Yorker, revista en la que Hayden trabajó durante dieciséis años, hasta su prematura muerte, a los cuarenta y dos años— divididos en dos partes, Las listas del pasado presenta una serie de denominadores comunes que van de lo temático a lo formal.
En la primera parte, titulada “Vidas breves”, se destaca un día de campo en el que, más allá de las apariencias, asoma la fragilidad de cada una de las singularidades involucradas (“Leña”); el paseo de una mujer treintañera con su sobrino por el Central Park, una noche de Halloween en la que de pronto todo se torna extraño (“Paseo con Charlie”), y la historia de un hombre recientemente desempleado que ahoga su depresión en el alcohol y canaliza su ansiedad en el ejercicio de la pintura (“En palabras de”).
En la segunda parte, titulada, como el libro, “Las listas del pasado” y conformada por otros seis relatos —relatos que, si bien funcionan por separado, en serie logran conformar un fresco que bien podría pensarse como una nouvelle—, se cuenta la historia de una familia a partir de una casa que durante el siglo XIX supo ser una estación del Underground Railroad y un hombre que cuida obsesivamente de un jardín y tiene por costumbre hacer listas de tareas.
Si asumimos que hay diversos modos de dar tensión a un relato, el trabajo que se aprecia en la escritura de Hayden pasa por lo atmosférico. Los pequeños detalles, sobre todo los relacionados con la botánica (Hayden es una gran observadora de árboles y de flores), la suma de pequeñas partículas de alto nivel descriptivo, cargan las tintas de estos relatos y logran generar, por acumulación, una tensa sensación de inminencia.
A su vez, en Las listas del pasado hay un contraste permanente entre lo urbano y lo rural (un contraste que opone, una y otra vez, lo cerrado a lo abierto, lo contaminado a lo puro) que tiene como centro a Nueva York, la ciudad en la que Hayden nació y vivió toda su vida. Ya sea como epicentro —como escenario principal de la historia—, o bien como un eco lejano, fantasmal, de desconcierto, que llega, difuso, hasta las afueras, desde la impiadosa y grotesca metrópolis, la ciudad de Nueva York vertebra cada uno de estos relatos y signa la vida de los personajes que los habitan.
Se trata de personajes atravesados por el silencioso pero implacable paso del tiempo, que se ven afectados por la soledad, el aislamiento y la muerte (“no hay nada artístico en la muerte, que es el final de todos los cuentos”, se dice en “Las visitas”, uno de los relatos de la primera parte del libro), pero que, aun así, en sus dramas —en sus vaivenes, sus altibajos, sus tornasoles— experimentan algo profundamente vital; como si en medio del dolor que, en mayor o menor medida, entraña toda existencia, y por más oscuro que se torne el panorama, algo, a cada paso, les recordara, una y otra vez, la importancia de los vínculos y el valor de estar vivos.
Julie Hayden, Las listas del pasado, traducción de Inés Garland, Muñeca Infinita, 2023, 224 págs.
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