Más bello que la muerte

En El sentido artístico de los animales, el filósofo francés Étienne Souriau indaga en las conexiones entre los modos de ser animales y nuestra capacidad —o falta de ella— para encontrar puntos en común entre nuestras experiencias: “No nos sorprendamos, no nos ofendamos por haber encontrado en los animales algunos esbozos difusos, algunas emersiones tímidas y limitadas de facultades y actividades que habitualmente nos enorgullecen. El primer gran misterio de la vida animal es que es simplemente vida, y que en ella encontramos así, oculto pero en ocasiones exponiéndose un poco, todo lo que constituye el valor de la vida”. En Más bello que la muerte, la dramaturgia de Sonia Novello parece entender la necesidad de encontrar aquello que, más allá del raciocinio que entendemos como solamente humano, da valor a la experiencia vital.

Axel y Arminda, la pareja que está en el centro de la obra, parecen moverse casi exclusivamente en el pequeño espacio del patio trasero de su casa. Esta casa es una herencia familiar donde habitan no sólo los pájaros que Arminda intenta identificar día tras día, sino también varias generaciones de perros, enterrados bajo uno de los árboles de la propiedad. Este espacio, entonces, se constituye como un territorio seguro en el que los personajes no sólo existen sino que además experimentan y procesan la totalidad de sus vivencias. Arminda ha perdido un hijo, y su necesidad de maternar impulsa muchas de sus acciones a lo largo de la obra; Axel, por su parte, se encuentra cerca de la muerte, y su perspectiva académica del mundo le impide procesar su situación más allá de la objetividad de sus conocimientos. A este contexto llega James, un adolescente amante de los pájaros que, lejos de su pueblo, viene a ocupar algunos de los espacios vacíos que Axel y Arminda no pueden llenar en su aislamiento.

El espacio escénico, austero en términos de grandes estructuras —sólo una serie de enredaderas marcan los límites de lo visible—, es a la vez rico en pequeños detalles que hacen avanzar el relato y ponen en foco la atención de los personajes, gracias a la precisa dirección de Claudia Mac Auliffe. En sintonía con esta propuesta, las actuaciones de Sonia Novello, Osqui Ferrero y Daniel Goglino acompañan la progresión dramática, asentadas firmemente en su entorno con naturalidad y sutileza. El espacio mayormente estático adquiere dinamismo a través del gran trabajo en el diseño de sonido (Zypce) e iluminación (Mariano Dobrysz), en el que cada centímetro ha sido aprovechado en función de cada pequeño movimiento de los personajes o de las piezas de utilería.

La obra hace uso de intersticios que detienen la narración y, a través de movimientos coreográficos, cambios en la iluminación y en la música, no sólo dan cuenta del estado emocional de los personajes hacia el público, sino que reflejan la ansiedad por comunicarse entre sí más allá de las palabras, que en ocasiones parecieran ser erróneas o insuficientes. Las constantes conversaciones y referencias a los pájaros y sus modos de comunicación, junto a la miríada de interpretaciones que los seres humanos hemos proyectado sobre ellos, exhiben la necesidad de los personajes de encontrar un lenguaje en común, o al menos una forma de conectar entre las brechas emocionales e intergeneracionales que los separan.

La dramaturgia de Novello compone con facilidad esos espacios-umbrales que suelen encontrarse en ciertas noches de verano, livianos y a la vez cargados de significado, donde los tonos rosas y violetas del cielo crepuscular abren la posibilidad de un infinito casi accesible, donde lo importante se vuelve más fácil de describir. A través de los pájaros, podemos descubrir no sólo la belleza en el espectro de las experiencias que nos conforman, sino también que la vida y la muerte son parte inescindible de ellas.

Más bello que la muerte, de Sonia Novello, dirección de Claudia Mac Auliffe, Ítaca Complejo Teatral, Buenos Aires.