En la primera página, tras la predecible mención de esposa e hijos, Étienne Verhasselt dedica su libro a Dino Buzzati. No es inusual que las dedicatorias encapsulen una clave de lectura, pero en este caso hablamos de una influencia total, que el autor belga reconoce sin ambages. Buzzati dicta y Verhasselt obedece, al menos en lo que respecta al armazón de la gran mayoría de los cuentos que pueblan Los pasos perdidos: narraciones contundentes, con la brújula orientada hacia el fantástico, la premisa cifrada en el párrafo inicial y una fe ciega en la potencia que liberará el remate.
Salvo excepciones —“El señor Ashton” y “El fuego de San Telmo”, que al extenderse desentonan en el índice como esos chicos demasiado altos en las formaciones de escolares—, todas las piezas se resuelven en algo más de una página, lo que tal vez encierre otro homenaje a Buzzati, famoso por despachar historias perfectas dentro de las cajas exiguas que le otorgaban semanalmente en el Corriere della Sera. Se trate de un personaje que no puede evitar morir cada diez minutos, de perros que se autoperciben almejas o de gallos que combustionan al cantar, Verhasselt se empeña en imaginar criaturas y soltarles la mano un instante después.
El resultado es un muestreo de atrocidades y maravillas de satisfacción garantizada, amén de algún juguete roto entre los muchos que sí funcionan: cuentos como “La polilla” y “El escritor y el pulpo” necesitan de mayor espacio para que las motivaciones justifiquen el escándalo que la acción despliega. Son baches dispersos, de todos modos, que no trastornan el surco que hunden en el libro las decenas de prosas efímeras e inverosímiles, gestadas con el acento puesto en el desarrollo situacional más que en el sondeo de ciertas profundidades.
Hay, también, acá y allá, un segundo tipo de anomalías. En narraciones como “Y si no, morir”, “Welcome” y “Raíces”, que no por casualidad escudriñan los mismos temas, Verhasselt se olvida por un rato de la mecánica, del berretín de trocar identidades —son multitud las anécdotas que remedan aquella del axolotl cortazariano— y de la concatenación de reacciones que lo inaudito provoca en sus protagonistas —primero sorpresa o terror, después resignación o aquiescencia—, para adentrarse en territorios abstractos y míticos. Recién entonces cede el abrazo del orfebre italiano y la literatura de Verhasselt brinda de pronto su versión más inesperada.
Étienne Verhasselt, Los pasos perdidos, traducción de Ariel Dilon, Añosluz editora, 2022, 200 págs.
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