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Lo efímero de las cosas

Martina Servio

ARTE

En la historia de la cultura, el mito nace al abrigo de una función esencial: generar un telón de fondo, como un paisaje que permita construir sentidos colectivos acerca de la existencia y del mundo que nos rodea. Así comienza Lo efímero de las cosas. Todo empieza con una chispa, es verano y la provincia de Córdoba está sumida en continuos incendios forestales. Pero esa es la historia conocida. En esta ficción, el fuego se impone como primera causa de todas las cosas. Una partícula encendida toca una cabaña en el medio del bosque y, de un momento a otro, lo propio se diluye en el devenir del fuego común. Se borran de la superficie de la tierra los registros de la vida, la memoria en forma de cosas y toda la obra de Martina Servio.

Frente al duelo del vacío, surge una compulsión vital y reparadora: una esperanza postapocalíptica. Como el Hansel del cuento de los Hermanos Grimm, la artista siembra sus miguitas al andar para recuperar el camino de lo perdido y vuelve tras sus pasos en la reconstrucción de cada obra extinguida en aquel evento genésico. Lo efímero de las cosas es un ejercicio de anacronismo de las imágenes, cada pieza es portadora de una memoria particular que despliega una lanza hacia el pasado. Se escenifica entonces la ficción de una historia que ya no existe pero que reaparece en la perpetua insistencia de las palabras y de las formas. Un montaje de tiempos discontinuos y heterogéneos, donde tantas líneas temporales encuentran un espacio común en La búsqueda infinita de los esclavos de la frustración, libro de artista que, según dicen, es el origen de toda la exposición.

Servio resulta ser una artista inquieta, una investigadora de los lenguajes. En la diversidad de los materiales que selecciona parece encontrarse con un proceso de constante interrogación, con las cualidades sensibles de los colores, con lo inestable y lo frágil de la vida. En plena transformación, se mueve voraz como un incendio. Avanza con la palabra en dirección a la pintura, el color se vuelve objeto, el espacio toma el disfraz de la imagen en movimiento y del sonido. En esta historia, los formatos mutan y se transforman, como inevitablemente muta y se transforma el cuerpo a través de la vida.

Entonces, aquel mito fundacional, aquel comienzo incendiado, descubre su potencia cuando una gestación fortuita desplaza la pregunta por la creación y la reproducción desde el afuera hacia el adentro. Quizás como testimonio de una relación simbiótica entre sus objetos y su organismo, el proceso creativo y el cuerpo gestante se confunden, se superponen, se retroalimentan.

 

Una vez alguien me dijo que la gestación es un misterio, que lo indefinido domina el terreno de la creación. Porque gestar y crear demanda vincularse desde las entrañas y la intuición, para salir al encuentro de aquello que todavía ignoramos. Y porque los hijos y las obras no nacen del vientre o de la tela en blanco. Existen en un tiempo anterior como fantasía o como fantasma que aún desconocemos. Perseguir el misterio del arte, al igual que el de la creación, nos invita a iniciar el camino para la aparición de lo inexistente, donde (tal como sugiere Agustina Rinaldi en el texto de sala) la transmutación es pura potencia y lo inacabado puede ser una virtud.

 

Martina Servio, Lo efímero de las cosas, Uno + Uno Espacio, Buenos Aires, 24 de noviembre – 15 de diciembre de 2022.

15 Dic, 2022
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