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El punto de partida y organizador de Zonas reflejas, la exposición de Mónica Giron, es la hipotética construcción de un corredor de nado en el Río de la Plata, desde el Delta hasta el Parque de la Memoria. Se trata de una vía de conexión entre catorce puertos de acceso o salida que cualquier nadador podría recorrer a voluntad. Un proyecto ecológico, porque implica el saneamiento del río y sus afluentes; político, porque demanda la acción conjunta de civiles y gobierno en pos de una transformación del estar colectivo en la tierra y de las relaciones que se trazan con ella; terapéutico, porque propone reparar lo que viene siendo insistentemente dañado y porque supone que no hay cura del cuerpo humano sin implicancia creativa con el agua y la tierra, así como con los otros tres elementos que, en la cosmovisión taoísta, constituyen y figuran nuestros vínculos físicos, energéticos, psíquicos y espirituales; artístico, porque es una investigación de las formas que permiten hacer sentibles las realidades que subyacen en todos los planos anteriores; educativo, porque plantea distintas producciones colectivas de saberes en cada uno de esos planos, como parte de un proceso de formación recíproca y de autoformación.
Zonas reflejas, curada por Javier Villa y Santiago Villanueva, es quizás el conjunto de trabajos e ideas con que Mónica Giron ha intervenido de manera más directa, concreta y múltiple sobre realidades actuales, resultante de décadas de investigación sobre prácticas centrales del taoísmo como la medicina, la astrología, el Feng Shui y el Tai Chi.
Uno de los ejes de la exposición son las seis grandes pinturas que funcionan como representación de las relaciones entre órganos y meridianos que están en la base de todo el saber de la medicina china, que Giron pintó a partir del registro del comportamiento de su propio cuerpo. Son cuerpos que nadan en el agua y que, de ese modo y en ese contexto específico, ponen la energía en movimiento, es decir, la transforman.
En el fondo sobre el que flotan estas pinturas, el mapamundi se reproduce varias veces, pero con posiciones, proporciones y perspectivas diferentes, lo que permite establecer inesperadas relaciones de proximidad y distancia entre continentes. Giron ya había delineado esta propuesta de imaginación geopolítica en algunas de sus últimas exposiciones, pero en particular en Ejercicios con el modelo terrestre (Centro Cultural Recoleta, 2015). Empalma con una larga tradición cartográfica en el arte y funciona en la muestra como otro desdoblamiento de la relación cuerpo humano-cuerpo terrestre.
Otra pieza fundamental es la escultura que formaliza la hidrografía del Delta en la figura de un ciervo de los pantanos, estructura cuya cornamenta es el mapa de los diversos cursos de agua que convergen en el gran curso del Río de la Plata. Es otra manera de hacer sentible y de tornar visible la dimensión territorial de los malestares y goces de nuestros cuerpos individuales y sociales. Es otra forma de activación de la percepción, cuya importancia Giron no se cansa de señalar, consciente de que las percepciones y las emociones son el botín que los sistemas de control se disputan en las guerras mediales de estos días.
Mónica Giron, Zonas reflejas, curaduría de Javier Villa y Santiago Villanueva, Barro Arte Contemporáneo, Buenos Aires, 24 de octubre – 15 de diciembre de 2018.
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