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Pedro Páramo

Rodrigo Prieto

CINE y TV

Como las voces de Comala, el murmullo de Juan Rulfo permanece. En 2023 se trató de la serie El gallo de oro, adaptación de la segunda novela del escritor mexicano, que antes de pasar a la imprenta fue una película dirigida por Roberto Gavaldón en 1964. A la serie, que cuenta con dos temporadas, se suma una nueva película que retoma Pedro Páramo, a cargo de Rodrigo Prieto. El proyecto echa mano del guion de Mateo Gil, guionista español de varios films de Alejandro Amenábar y también director, que trabajó durante años en adaptar el libro de Rulfo, con el objetivo de dirigir él mismo la película. Pedro Páramo (2024) es el debut como director de Prieto, experimentado cinefotógrafo de, entre otros, Martin Scorsese, que luego de trabajar la imagen de Barbie, aceptó la propuesta de Netflix para revivir la historia de Rulfo. El resultado, más que un murmullo rulfiano, es una película que intenta modular y entonar las voces de Comala que, por otra parte, son tomadas estrictamente como personajes. Quizá esa es la particularidad que hace de Pedro Páramo, la novela, una obra excepcional y de compleja traducción al lenguaje visual, por lo menos al que más se ciñe a las convenciones: gestos en vez de acciones; trazos y siluetas y no volúmenes definidos.

Uno de los principales problemas de la película de Prieto es que toma a pie juntillas la espina dorsal de la historia –la excursión de Juan Preciado a Comala para descubrir quién es su padre– para aclarar e ilustrar la identidad de Pedro Páramo, un cacique que ha dejado hijos regados por todos lados, cruel e indiferente y obsesionado por un amor infantil, que encarna Susana San Juan. En la literatura, Rulfo dotó de mayor misterio y ambigüedad a la anécdota que vertebra su novela a través de voces que confunden al lector y de un despliegue descriptivo que sombrea una atmósfera terrosa, seca, estéril, de abandono, donde las reverberaciones son ya inútiles, un camposanto hastiado de olvido. La ambientación de la cinta adolece de una propuesta original. De entre las abundantes interpretaciones, estilos y referentes que se encuentran en artículos, análisis, libros, fotografías y películas previas, Prieto decidió adoptar el look de película internacional para su obra, sin marcas de estilo propio, sin elementos audaces. ¿Por qué no retomar elementos del cine clásico mexicano de Emilio Fernández, Roberto Gavaldón o Julio Bracho para recrear la historia? ¿O de Arturo Ripstein o Rubén Gámez, directores de mirada original que en El imperio de la fortuna y La fórmula secreta, respectivamente, también adaptan a Rulfo? En Pedro Páramo hay momentos y recursos que resultan inoportunos, por ejemplo el retrozoom con el que se filma a Juan Preciado en un intento por explicar y hacer sentir al espectador su miedo o vértigo. O los flashbacks del enamoramiento entre Pedro Páramo y Susana San Juan cuando eran niños, con el cliché de la luz natural que ilumina sus rostros y se cuela en sus ojos y cabellos, que claman por la otrora inocencia de sus sentimientos. La parte más encomiable de la película es el apartado actoral que sostiene el largometraje, especialmente el trabajo de Ilse Salas como Susana San Juan; el inquietante rostro de la actriz la representa como una niña ya vieja que no corresponde al amor idílico que le profesa Pedro Páramo.

De las adaptaciones al cine de Pedro Páramo, la de Prieto es probablemente la menos afortunada. La primera de 1967, dirigida por Carlos Velo, se repliega en el misterio y una propuesta visual en la que colabora el legendario escenógrafo Manuel Fontanals. Las fallas principales de esta película, cuyo guion estuvo a cargo de, entre otros, Carlos Fuentes, es que recrea con insistencia la historia incestuosa entre Bartolomé San Juan y su hija; el elenco, por otro lado, es un descalabro: John Gavin, el almidonado galán de Janet Leigh en Psicosis, lleva el rol del cacique. La siguiente versión de 1977, Pedro Páramo. El hombre de la media luna, de José Bolaños, imagina la historia como si Comala fuera un feudo y cuenta con los mejores intérpretes de la época, es mucho más rica en imaginación y sus aspectos incidentales toman el lugar de los ecos, los murmullos y las voces de la novela. Hay otra adaptación inconseguible de 1981, dirigida por Salvador Sánchez.

Con el próximo estreno de la serie sobre Cien años de soledad, también de Netflix, queda claro que la idea detrás de estas obras es no correr riesgos, es decir, descartar lo original en favor de las historias ya conocidas, reelaborarlas sin espíritu de auténtica renovación. Apostar a lo seguro. Las historias y propuestas audaces están en otro lado.

 

Pedro Páramo (México, 2024), guion de Mateo Gil, dirección de Rodrigo Prieto, 130 minutos.

19 Dic, 2024
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