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En la introducción a Geografías afectivas, Irene Depetris Chauvin recuerda que ya en 1974 el viejo Henri Lefebvre se lamentaba por el excesivo uso metafórico que había adquirido la categoría de espacio. Expresión de la inmovilidad, polo formal opuesto al tiempo, el espacio suele ser presentado aún hoy como desprovisto de potencia crítica. No obstante, parece innegable que este es siempre experimentado afectiva, histórica y políticamente.
El “giro afectivo” en el feminismo, el “giro cultural” en la geografía y el “giro espacial” en las ciencias sociales dan a este libro una apoyatura teórica de erudición y exhaustividad admirables. Este es el motivo por el cual Geografías afectivas probablemente se convierta en un pasaje obligado para todo trabajo académico sobre la cuestión del espacio y las imágenes en la contemporaneidad.
Sin embargo, la hipótesis central del libro no se funda en el típico estudio de casos periféricos que vienen a confirmar la teoría del Norte global. El cine y la literatura latinoamericanos permiten a Depetris Chauvin subrayar categorías nativas que tienen la transparencia de aquello que —por tan evidente— se nos venía escapando a los ojos.
Desde siempre el espacio en América Latina ha estado vinculado con los paisajes materiales, las cartografías delimitantes del territorio y la conformación identitaria (baste pensar en los pretendidos desiertos de Sarmiento o en las fábricas y espacios urbanos del cine del siglo XX argentino). Actualmente el cine latinoamericano se distancia de esos imaginarios y explora el desplazamiento como tema central. Se avizora en las piezas de Mariano Llinás, Alicia Scherson, Karim Aïnouz, Marcelo Gomes, Cao Guimarães, José Luis Torres Leiva, Tiziana Panizza, Jonathan Perel, Gustavo Fontán, Ignacio Agüero, Raúl Ruiz, Edgardo Dieleke, Daniel Casabé, Patricio Guzmán y Enrique Ramírez un nuevo paradigma perceptivo. Los espacios por los que deambulan los personajes de este cine sureño no son urbanos. Son paisajes abiertos, llanuras amplias, rutas desvencijadas, fórmulas del pathos latinoamericano ahora rarificadas, que ya no se erigen como metáforas fundacionales de la nación. Más bien esos espacios se van haciendo performativamente en la propia práctica de los sujetos que los recorren y en las relaciones que se establecen entre esos espacios y los sujetos. Los límites de unos y otros no preexisten a los modos de afectarse (tocarse, modificarse, delimitarse) y así constituirse.
Estamos ante una “reinvención” del espacio, que el cine capta de modo privilegiado; obliga a revisar los conceptos tradicionales de la geografía (paisaje, espacio, cartografía y escala), así como a repensar sus implicancias para la agencia.
El nuevo cine de Argentina, Chile y Brasil presenta distintas “atmósferas afectivas” y “dinámicas espaciales”, y Depetris las descubre con espíritu jocoso. En cuanto desconfía de lo solemne, esta cartografía tiene la virtud de la inteligencia y de la risa.
Irene Depetris Chauvin, Geografías afectivas. Desplazamientos, prácticas espaciales y formas de estar juntos en el cine de Argentina, Chile y Brasil (2002-2007), Latin America Research Commons, 2019, 274 págs.
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