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Lo que he visto, oído y aprendido… está compuesto por dos ensayos breves que dialogan entre sí a partir del uso de la experiencia como material y de la escritura fragmentaria como procedimiento. En la tradición de Walter Benjamin, Agamben elabora sus materiales, los organiza fragmentariamente y hace sistema alrededor de una serie de representaciones sobre lo real: lo que vio, lo que oyó, lo que aprendió, pero también lo no pensado, lo no imaginado, lo no dicho.
En el primero de estos ensayos, que da título a este pequeño libro, el pensador italiano lista percepciones y saberes como en un ejercicio proveniente de un taller de escritura potencial. ¿Qué ha visto? En Grishneshwar, una cabrita esbelta, vacilante y divina; en todas las ciudades, que las personas se calumnian y acusan unas a otras y, por esto, padecen juicios y condenas, sin jamás dar tregua y sin piedad; que la religión más intolerante es el laicismo; que el color es inteligencia y razón constructiva; el rostro de Buda. ¿Qué ha oído? Las campanas en San Giacomo da l’Orio; en Ponza, a mujeres analfabetas salmodiar la Biblia que conocían sólo por tradición oral. ¿Qué ha aprendido? Que el conocimiento no existe y que, si existiera, no es importante: que sólo es decisivo “el ser movido”, el impulso que de ello recibimos; que la ciudad en que vivimos es como una lengua; que es tan importante estar a la altura de la porción de bien que está en nosotros como estar a la altura de nuestro barro, de nuestra abyección; que la intimidad es algo así como una sustancia política; que la lucha entre el hombre y el lenguaje es una lucha hasta la última gota de sangre que la existencia plantea al ser humano como un enigma irresoluble. Pero ¿por qué estas imágenes, estos aprendizajes y no otros? En la mirada, en el oído, en el criterio que selecciona, elabora, organiza y dispone sus experiencias a lo largo de las páginas pareciera estar el corazón de estos textos.
En el segundo ensayo, “Lo que no he visto, oído, ni aprendido…”, Agamben representa una escena de su infancia en la que advirtió haber dado, en uno de sus escritos infantiles, con lo que entonces constituía el “centro secreto” de su pensamiento; experiencia que lo dejó consternado a punto tal de tener que dejarle ese escrito a su madre para no volver a verlo y perder, con él, el núcleo secreto de toda su obra. Lo que sigue es una reflexión sobre esa ausencia, sobre ese vacío, sobre ese instante intolerable. ¿La forma de acercarse a ese no dicho era dejarlo desconocido, presagiado pero no definido, revelado pero no pronunciado? ¿Cuál es el precio a pagar por un autor al captar ese no dicho? Uno de los apotegmas más potentes que Agamben sostiene en esta obra es que la felicidad no consiste en poetizar, sino en ser poetizado por algo o alguien que no conocemos. Ese vacío, ese silencio, ese instante intolerable que el pensador italiano ha dejado sin conocer, sin pensar, apenas entrevisto, resuena en estas páginas como el eco de una voz latente.
Giorgio Agamben, Lo que he visto, oído y aprendido…, Adriana Hidalgo, 2023, 80 págs.
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