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La jaula de los onas

Carlos Gamerro

LITERATURA ARGENTINA

En una de las tantas cartas que podemos leer en La jaula de los onas, el antropólogo Franz Boas, para explicar el desacuerdo con su disciplina, concluye: “es evidente que para demoler un edificio hay que saber de arquitectura”. Llena de referencias, alusiones, hechos y figuras históricas, esta novela hace evidente que Carlos Gamerro sabe de literatura. ¿Pretende demoler ese edificio, también él, con su gesto hacia la totalidad, con ese querer abarcarlo todo?

Un francés aventurero toma prisioneros a los miembros de una familia ona y los lleva en barco desde Ushuaia hasta Europa para exhibirlos en la Exposición Universal de París de 1889. Cautivos en una jaula, logran escapar para ser enseguida recapturados. Excepto el joven y fuerte Kalapakte, quien conoce y traba amistad con Karl Bauer, otro joven, pero anarquista y alemán. Juntos inician un viaje de retorno que dura casi veinte años. Es que, fuera de contexto, el ona mantiene su identidad pero pierde la referencia y no sabe adónde volver, como destaca años después en sus memorias otro personaje, el Dr. Frederick Cook, al registrar el paso de Kalapakte por el Polo Norte confundido con un esquimal: “Quiera Dios que hayan encontrado el camino de regreso, que algún ángel que adoptara la forma humana sólo para ello haya podido identificar a Kalapakte como ona y señalarle Tierra del Fuego en el mapa, y así haya concluido felizmente su extraña odisea”. Esa odisea hace que la novela semeje un prisma en cuyas caras/capítulos el lector accede a una gran diversidad de géneros discursivos (novela de aventuras, relato de viaje, sainete teatral, epistolarios, memorias, entrevistas etnográficas, interrogatorios policiales, relatos orales, tradiciones, mitos); narradores (en primera o tercera persona, con diversos puntos de vista, ficcionales e históricos); estilos (naturalista, grotesco, testimonial); lenguas (castellano, francés, inglés, el ona o selk’nam con sus traducciones y diccionarios); registros (castellano neutro, coloquial, lunfardo, cocoliche); épocas (entre 1889 y 1962); espacios (París, Londres, Upernavik, Bruselas, Punta Arenas, Buenos Aires, Ushuaia); motivos (duelos a muerte, inmigración, anarquismo, revolución, explotación burguesa, modos de vida indígenas). Entre la erudición y el virtuosismo se cruzan lo alto y lo bajo, lo culto y lo popular, lo ficcional y lo documental, la cultura occidental y las culturas originarias.

La jaula de los onas se asemeja también a una exposición universal donde el autor despliega todo su saber. Pero, además (como ya se ve en otras novelas argentinas), agrega una extensa serie de agradecimientos en la que lista no sólo a quienes leyeron borradores y lo orientaron, sino todas las disciplinas y fuentes donde buscó la información cuantiosa que precisó para escribir. Por eso, más que demoler el discurso de la literatura, si la ficción ahora necesita pruebas que garanticen su pertinencia, Carlos Gamerro parece minar su autonomía, desautorizar su autosuficiencia. Y al hacerlo desde el afuera paratextual, nos incita a preguntarnos sobre los modos de construcción de lo nuevo en la narrativa contemporánea.

 

Carlos Gamerro, La jaula de los onas, Alfaguara, 2021, 480 págs.

10 Feb, 2022
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