Aviones sobrevolando un monstruo

Al lector perspicaz no le resultará difícil rastrear los temas de Aviones sobrevolando un monstruo, el nuevo libro del escritor mexicano Daniel Saldaña París, en su primera obra poética, La máquina autobiográfica (Bonobos, 2012), reeditada en 2019 en Chile por La Mujer Rota. Líneas maestras para su obra futura que, desde la poesía, Saldaña París esbozó en aquel libro y luego fue explorando en sus dos novelas: En medio de extrañas víctimas (2013) y El nervio principal (2018), ambas publicadas por Sexto Piso. A saber: un cierto spleen vital, una visión desconcertante sobre la vida y una inocencia voluntariosa altermoderna que propenden a buscar lo sagrado en el desgaste del entusiasmo y a fundar en esa caída un rito nuevo.

Si en sus dos obras de ficción Saldaña París introducía un imprevisto irrealismo simbólico en terrenos más o menos realistas, que tenía una traducción formal en el estilo de la prosa (ora conceptista, ora desparramada), así como en la mutación de las voces de los personajes de las tramas y el paralelismo de dos historias que acaban colapsando, aquí utiliza, para producir el mismo extrañamiento, dos estrategias distintas: el re-enactment o evocación histórica de su propio yo biográfico y la variación (consciente y manifiesta) o invención del recuerdo. El resultado es paradójico, porque no es que sea honesto a fuerza de decir la verdad, sino en el propio rito de reescribirse infinitamente, de traducir el pastiche de la memoria en verdad literaria. Casi en un sentido platónico, siguiendo la teoría de la reminiscencia. Así, dialogando con su otro yo ideal nos descubre sus falencias.

Por ello es este un libro de memoria, de memoria recuperada. Nueve son los textos que deambulan por la crónica, el ensayo, el artículo y la narrativa y que forman este volumen. Seis de ellos (al menos en versiones previas) ya habían sido publicados en revistas, antologías y libros de artista.

En Aviones sobrevolando un monstruo, Saldaña París explora su relación con la enfermedad y la cordura, pero también con el pudor y la inconsciencia, las drogas y el dinero. Así, Saldaña París trata en diferentes momentos y rescatando varias épocas de su vida, su adicción a diferentes drogas, su alcoholismo, su naturaleza enfermiza (padece artritis reumatoide desde los veintinueve años) y sus problemas respiratorios, su pesimismo tendente a la catástrofe o aquella vez (“uno de los momentos más tristes de mi vida”, escribe) cuando, tratando de llevar a la práctica las ideas de Bataille, se encontró en su piso con una escena que no olvidará jamás.

También se ha de llamar la atención sobre la psicogeografía que Saldaña París investiga aquí, llevándonos por el DF, Cuernavaca, Tepeite, Madrid, La Habana y Montreal. Ciudades en las que ha vivido, con las que está ligado sentimentalmente y en las que trata de bucear por sus historias ocultas, alternativas, fingiéndose escritor secreto que se pierde en las sombras. Por último, no sólo la literatura, sino principalmente la escritura, tienen una presencia importante en el libro. Las dudas, la dificultad de conseguir tiempo para la obra propia, la no escritura, los fantasmas, la escritura a mano y los horarios mejores (y peores) para escribir son temas que van apareciendo desperdigados en todos los textos.

Cabe destacar algo que sobrevuela todo el volumen (y que aparece también, acaso en sordina, en su obra de ficción) y que es la idea de comunidad, en tanto que idea conflictiva, ya que Saldaña París entra y sale de una y otra, y no acaba de sentirse a gusto ni dentro ni fuera. Característica que, por otra parte, podría resumir a la perfección el tono inquieto de Aviones sobrevolando un monstruo, un constante ir y venir de la repulsión al encanto. El propio autor lo resume muy bien cuando escribe: “La literatura tiene esos milagros: uno puede volver a una escena del pasado y observarla, de pronto, con la mirada del testigo; un testigo capaz de compasión y risa”.

Daniel Saldaña París, Aviones sobrevolando un monstruo, Anagrama, 2021, 160 págs.

Imagen: Dark Mirror, animación de Carlos Amorales, 2005.