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Elástico de sombra

Juan Cárdenas

LITERATURA IBEROAMERICANA

Al lector habitual del escritor colombiano Juan Cárdenas (Popayán, Colombia, 1978) le resultará, de primeras, provocativo el anacronismo formal de su última novela, Elástico de sombra. Sin embargo, es una forma nueva en su obra, que esta vez vuelve al origen arcaico de la narrativa oral para llamar la atención sobre la voluntad política que siempre han tenido sus textos, sólo que aquí este empeño se hace (más) explícito y toma el diseño de la novela de aventuras y se quiere, encima, panfleto.

Elástico de sombra tiene el gusto arcaico de las novelas clásicas que engarzan historias (Apuleyo, Ovidio, Amos Tutuola); ese tipo de novelas llenas de metamorfosis, señales inciertas, ardides, brujerías varias, castigos bíblicos, transposiciones y sucesos inverosímiles, donde el deus ex machina se presenta a su antojo. Pero es justo que así sea, pues su voluntad es la de subvertir la actualidad para reactivar un mundo (casi) clausurado: el de los macheteros del Cauca colombiano, practicantes del arte marcial de la esgrima. Es una tradición afrocolombiana que permite a quien la domina pelear en la oscuridad. Y es justo aquí donde se encuentra el quid de la cuestión: el afán político, pero que proviene del secreto.

Expliquemos esto.

A diferencia de sus anteriores novelas, donde se situaba un pasito adelante del presente para tratar de recuperar los rastros del pasado (utilizando las estrategias de la fantasía y la ciencia ficción —Ornamento—, la novela de zombis —Los estratos—, la novela negra y detectivesca —El diablo de las provincias— o la escritura vanguardista —Zumbido—), aquí busca Cárdenas un secreto perdido que sirva para recuperar el futuro. Porque el secreto (el rumor) es aquí una metáfora que sirve para poner en valor la crucial importancia de los macheteros del Cauca colombiano (y, por extensión, la de toda la población negra), sobre todo a partir de mediados del siglo XIX, luchando al lado de los liberales republicanos que pretendían modernizar el país, contra los conservadores (aquellos que los habían traído al país como esclavos), y que ha sido borrada por la historia oficial colombiana.

Así, en Elástico de sombra nos encontramos con tres personajes que salen a la búsqueda de los misterios del arte perdido del machete: don Sando (el anciano maestro), Miguel (su veterano alumno) y Cero (un escribidor blanquito, alter ego del autor). Animan esta búsqueda el descaro, la rebeldía feliz, la feroz urgencia por mantener viva la llama de su historia, de la que el arte del machete es metonimia (y espacio para la subjetividad afrocolombiana).

La voz narrativa, más que una instancia omnisciente, es una suerte de voz animista forjada de todas las voces que el escritor colombiano ha venido escuchando, anotando y grabando en los últimos años. Pues se ha de saber que todo el material (aunque ficcionalizado) procede de la investigación que Cárdenas lleva tiempo realizando sobre el arte del machete, gracias al auspicio del Instituto Caro y Cuervo (del que es docente).

En sus anteriores obras, Cárdenas construía el tono y el ritmo de la narración a partir de muchas voces sampleadas (tanto orales como escritas) que se constituían en una voz múltiple; aquí, sin embargo, muchas voces múltiples constituyen una voz única, comunitaria. Y, lo más importante, verdadera. Fiel al carácter mágico de muchas de las historias que, en realidad, cuentan los macheteros del Cauca, esta voz es fantasiosa, lúdica y ebria.

Cárdenas no renuncia a sus temas de siempre. Esto se ejemplifica en la tensión fantasmagórica (marca de la casa) que cubre la novela, una bruma que lleva a los personajes a convertirse en fantasmas mientras buscan a otros fantasmas (y que no encontrarán, bien porque desaparecen, bien porque están muertos). Una tracción felisbertiana (que tiene que ver con la inestabilidad del signo lingüístico) y en la que chocan dos fuerzas (una centrípeta y otra centrífuga) está también aquí presente (igual que lo estaba especialmente en Ornamento). Esto tiene que ver con la lucha de los contrarios, las identidades binarias en oposición que pueblan toda la novela y que están en constante litigio, fundamentalmente en el eje materialismo/dialéctica. De un lado queda el realismo animista (“el nudo ciego de la imagen”) y, del otro, la pura contingencia del relato, que no es capaz de trasmitir la verdad que busca (o, mejor dicho, que no es capaz de hallarla, siempre vadeando el margen de su propia desaparición). Asimismo, y en esta línea de tensiones, nos encontramos con la perversión del arte contemporáneo (que falsifica la verdad auténtica), ejemplificada en el espectáculo por el que un artista les paga a los dos macheteros una enorme cantidad de dinero para poder grabar mientras luchan a muerte y convertirlo en una pieza de su propia obra. El arte del machete que corre el peligro de convertirse en un espectáculo folclórico, parece decirnos Cárdenas.

Por último, destaquemos la presencia esquiva, pero central, de lo femenino (y que era determinante ya en la trama de Ornamento, en tanto que oráculo del misterio, pero también en la funeraria Zumbido, con su canto elegíaco a la feminidad perdida). Aquí lo femenino aparece como el porvenir. Son las guardianas del secreto. Las únicas a las que les está permitido seguir enseñando el arte de la esgrima.

Ha dicho Cárdenas en alguna entrevista que tiene material de sobra para muchos libros más sobre los macheteros del Cauca, y esperamos que así sea, pues al final de Elástico de sombra nuestros héroes reciben de parte de Lucero Caicedo “una antigua cartilla de esgrima donde se detallaban partes de los movimientos del Elástico de Sombra y otros juegos similares”. Contenido que, huelga decir, no se nos revela y, esperamos podamos conocer en nuevas entregas de la obra narrativa del escritor colombiano.

 

 Juan Cárdenas, Elástico de sombra, Sexto Piso, 2020, 112 págs.

5 Nov, 2020
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