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Punta de lápiz

Martín Cerda

LITERATURA IBEROAMERICANA

En la comentada película irlandesa The Banshees of Inisherin (2022) hay un personaje, Dominic (encarnado por Barry Keoghan, que merecía por lejos el Oscar a actor de reparto), que no para de hablar, y en esa ansiedad de llenar el vacío de palabras de sus silenciosos acompañantes suele decir muchas verdades que, por salir de boca de un loco, no son tomadas en serio. Las profecías del loco finalmente se cumplen, y si se ve de nuevo la película, sus parlamentos se asemejan a los designios de un oráculo.

El ensayista chileno Martín Cerda, en un artículo del 57, se detiene en el “hablador excesivo”. Dice que este individuo hace del quehacer verboso una “lata”. Y para definir esta expresión cita a Benedetto Croce, para quien “lata” significa “aquello que nos quita la soledad sin darnos compañía”. Se podría afirmar que quienes hablan demasiado carecen de vida interior. Sus palabras necesitan del aire para acabar disueltas en las orejas de los perros, en las ramas de los árboles o bajo la lluvia, que es cuando son sepultadas con más vehemencia, y así caminar más livianos. Las palabras pierden peso, se devalúan.

Ambos ejemplos se vuelven pertinentes para señalar que el ejercicio ensayístico de Cerda en este período de su producción es precisamente el inverso. Otorgarles peso a las palabras. Y si bien la habladuría no es excesiva, hay una demanda de voz íntima, de delimitar sensaciones con oraciones, ofrecerles una forma. De llenar vacíos con palabras gruesas e incandescentes. Cerda defiende la palabra íntima, la cuida como lo haría un padre con su hijo. Asimismo no hay desmesura, sino un temple clásico, o mejor diría, tradicional, en el sentido de que su uso del lenguaje centra su función en la comunicación. En el mensaje. En la evidencia que, por ejemplo, de la boca de un loco pierde certificación literaria, y en Cerda es cauce reflexivo.

Hablamos de la prosa de un escritor que ronda los veinticinco años, que escribe semanalmente (a veces a diario) en el periódico La Gaceta, cuyas columnas, artículos y ensayos fueron recientemente editados por la editorial chilena Cormorán. Se despliega aquí el período de formación de un escritor que luego será alumno de Roland Barthes y leudará una escritura que hallará su fulgor máximo con la publicación, a los cincuenta años, de uno de los ensayos más lúcidos y hondos sobre el género ensayístico que se hayan escrito en Chile, La palabra quebrada (de 1982, también reeditado por Cormorán).

Lo interesante de este período de su producción es el intento de trenzar toda esa bibliografía fresca y vanguardista que importa de su reciente viaje a Europa con la contingencia chilena y su uso de la lengua. Hay una inquietud hispanista (son nítidas sus lecturas de Ortega, Unamuno, D’Ors) que tiene que ver con la pregunta por el fundamento del castellano. Sobre todo, por su maleabilidad y complejidad, dado su uso en diversas naciones y latitudes, a diferencia de otros idiomas menos expandidos. En esta etapa cuestiona su uso, tanto en los otros como el propio.

Este hecho lo acerca a problematizar la materia verbal. En un artículo particularmente afinado, comenta su encuentro con un antiguo compañero de escuela que entonces oficiaba de plomero. No lamenta de ninguna manera que su compañero de formación acabara en tan humilde oficio, sino que se sospecha incluso una admiración profunda por él. El divorcio de la palabra con la materia es un problema y así lo manifiesta: “Es una lástima que la criolla siutiquería menosprecie los quehaceres manuales”, y se apresura a señalar que su amigo gásfiter es cultísimo y de una intelectualidad refinada. La lección es sencilla: todo aquel incapaz del dominio de una manualidad es impotente asimismo para ejercer una labor de letras.

La urgencia de la escritura de Cerda en esta etapa logra acercarnos no sólo a las inquietudes de un joven escritor entusiasta y curioso, sino también al taller de su propia poética. A las distintas modulaciones de la voz, que se expresan en temas tan disímiles como la candidatura a la presidencia de Salvador Allende en el 58 o la novela Pnin de Nabokov. Un cromatismo temático que la prosa soporta sin perder el rictus ni la elegancia.

 

Martín Cerda, Punta de lápiz. Textos de La Gaceta (1957-1958), edición de Gonzalo Geraldo y Juan Carlos Vergara, Cormorán Ediciones, 2022, 315 págs.

27 Abr, 2023
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