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Múltiples preocupaciones de la poesía y el arte contemporáneo atraviesan la escritura de David Antin. La exhaustiva y cuidada compilación y traducción que realizaron Germán Carrasco y Emilio Jurado Naón no solo tiene el mérito de sacar a este artista de las sombras, sino también el de devolverle al presente lo que el presente no puede ver de sí mismo.
David Antin (1932-2016) fue un poeta experimental, performer, curador y crítico de arte estadounidense. Al margen de su generación, la de los Poetas Language —cuya influencia en Hispanoamérica ha eclipsado quizás a otros más inclasificables como Antin—, y más vinculado al arte performático, donde se desarrolló su compañera, Eleanor Antin, sus textos trabajan con el habla de una manera diferente. Sus talk poems, por ejemplo: conferencias improvisadas que luego transcribía sin más signos de puntuación que el espacio en blanco.
El cruce entre hablar y escribir convierte el poema no tanto en una vitrina de la oralidad cotidiana, sino en una práctica que investiga los modos en que el lenguaje construye sentido, sin ocultar gestos, tonalidades, posturas (“una forma de hablar / asumir una postura”, dice un verso), dimensiones que quizás han sido desatendidas por una crítica literaria concentrada en la letra.
La práctica oral-textual de Antin, además, no es —o no solo— la del habla como materia prima, sino una improvisación de habla que supone o bien precisa un oyente: “la poesía como una forma de conversación”, afirma uno de los talk poems. Tanto la improvisación como la conversación pueden pensarse desde la música: en una jam session, los instrumentistas no deben terminar y cerrar la frase que están tocando ya que el objetivo es que otro pueda retomarla y continuarla. Esta es la lógica de “En lugar de una conferencia. Tres melodías para dos voces”, un poema-partitura, quizás, en el que las diferentes tipografías y posiciones de los versos en la página indican una y otra intervención: no solo pautan la escansión, la respiración del texto, sino también los tiempos de la escucha. Hablar y escuchar se trenzan en la escritura del poema: en los giros y pausas de las voces, en el espacio en blanco entre los versos y dentro de ellos, que exhibe así, junto a su dimensión visual (Mallarmé dixit), su dimensión sonora: el tiempo de la escucha. La escritura de Antin, como antes la de Gertrude Stein, evidencia que la audición, a diferencia de la vista, no impone un único centro focal. Hablamos y escuchamos por partes y, a veces, muchas cosas al mismo tiempo.
Esta es un habla que, además, no tiene nada pautado de antemano: vacila, especula, saca cuentas, se va a hablar con otro, pasa un tren. Duda y abre el hojaldre de la gramática echando mano al condicional y los modos verbales: su relación con la lengua es una en la que no todo está en orden, como en la dicción lavada del liberal, ni “habla de corrido” como el noticioso o la prensa —como precisa Germán Carrasco en el ensayo final—. Incorpora devaneo e imaginación: cuenta, conversando, sobre un campesino que utiliza un hueso de ballena para encontrar agua. No hay allí un héroe que relata su hazaña ni un orador soberano de la palabra, sino un relato coral entre esas tres voces-melodías que discuten cómo son los personajes, qué nombre tienen. El vínculo entre escritura, (c)oralidad e imaginación interroga por cuáles modelos narrativos o formas escriturales, en fin, usos del lenguaje, tenemos para nombrar el presente y el futuro: para inventar las vidas que queremos vivir.
En su libro Contar es escuchar, Ursula K. Le Guin sostiene que escuchar es un acto de comunidad, que leer es una manera de escuchar y que hablar y escuchar son, en última instancia, la misma cosa. ¿Por qué la escucha no iba a estar en la escritura o, al menos, no está cuando hablamos de oralidad? Si hay una tradición oral, quizás haya también una de la escucha que no estaría mal desempolvar en estos momentos. Esta recopilación de buena parte de la obra de Antin, y “casi la única traducción de Antin en castellano” —arriesga Jurado Naón—, tal vez lo permita.
David Antin, En lugar de una conferencia, traducción de Germán Carrasco y Emilio Jurado Naón, Editorial Deriva, 2020, 173 págs.
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