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Jérôme Lindon. El autor y su editor

Jean Echenoz

OTRAS LITERATURAS

Dice Jean Echenoz, en la edición castellana de este mismo libro en 2009, que llevó a cabo la consecución del fresco el mismo día en que se enteró de que el primer y único editor de su lengua madre había fallecido. No es para menos puesto que Lindon, artífice absoluto en la construcción de un catálogo de la resistencia como lo fue el de Les Éditions de Minuit, fue para Echenoz el interlocutor definitivo.

Salvo las memorias de editores notables o biografías pergeñadas por sus familiares (André Schiffrin, Mario Muchnik o Carlo Feltrinelli), nulos son los casos en que un autor pone en tensión o en entredicho la relación afectivo-laboral con su editor. Esto fue así hasta que Echenoz sintió la necesidad de comunicar, bajo el liviano trazo que lo caracteriza, cómo se desarrolló una interdependencia que por momentos logró surfear, a la vez, entre lo incómodo y lo conmovedor.

La historia es así: cansado de recibir rechazos de casi todas las editoriales francesas del momento, el también autor de Capricho de la reina (2010) decide dejar un manuscrito en la prestigiosa casa editora de Beckett, Robbe-Grillet, Duras, Pinget y tantos más, y completar así su álbum imaginario. No esperaba nada y sucedió lo extraordinario, ya que a los pocos días de su arrebato tuvo una cita en el número 7 de la calle Bernard-Palissy para engrosar las filas del catálogo. Echenoz entendió que no sólo fue a firmar un contrato de publicación que le brindaría visibilidad y algo de dinero, no; lo que llegó acaso a vislumbrar fue que a partir de ese momento su vida se vería ligada a una personalidad que le traería, si el oxímoron lo permite, surtidos problemas productivos.

Desaconsejador empedernido, caminante impenitente, celoso irredento, tacaño oportunista y cinéfilo dominguero, Jérôme Lindon se convirtió para Echenoz en ese espejo invertido que lo ayudaría a luchar contra los condicionantes de su oficio. En contadas ocasiones el editor intenta persuadirlo para cambiar su nombre, para replantear el posicionado de las comas en un texto o aligerar el final de una novela. Aquí el autor nos muestra de qué manera buscaba convencer a Lindon de lo opuesto o, llegado el caso, comulgar con sus mandatos. Da cuenta de la responsabilidad que conlleva estar a la contra de lo que se espera de él, pero en cambio revela que, siendo fiel a su instinto, entiende mejor lo que su editor le propone. Aquí se presenta un curioso caso de complementariedad, ya que ante una nueva entrega descubre que hay “algo en él más que él”. Ese resto, esa huella o traza es la marca del editor, y este sucinto testimonio resulta ser la purga perfecta que pone en su lugar al objeto de un afecto.

 

Jean Echenoz, Jérôme Lindon. El autor y su editor, traducción de María Teresa Gallego Urrutia, Nórdica, 2021, 72 págs.

14 Abr, 2022
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