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Un pasaje del diario de Georg Heym (Hirshberg, Baja Silesia, 1887 – Schwanenwerder, Berlín, 1912) registra dos preocupaciones que azotaban constantemente al escritor para expresarse en clave poética; una, lo que un escritor debe hacer con la materia de los días: “¡Escribir qué! Todos los días son iguales y avanzan sin que podamos hacer nada”; y otra, cómo traducir el flujo cotidiano a un lenguaje formal cargado de sentido: “Aún tengo destellos poéticos, pero me falta el fuego, el amor por la composición poética…”. Precisamente en Umbra vitae el autor pone en el centro de la escena estas cuestiones y nos revela una curiosa orientación a registrar el decidido acecho de la muerte (la “sombra de la vida”), intuyendo quizá el advenimiento de las guerras mundiales y su obsceno baño de sangre.
Sombrías descripciones de lo que podríamos denominar como humanidad (“corazones que agonizan”, “fondos sonoros del alma”) y una panorámica visión a través del filtro de lo que luego se conocería como expresionismo (“Una gran ciudad se anegó en humo amarillo, / se lanzó sin hacer ruido en el vientre del abismo”) dan cuenta de una particular cosmovisión que, aunque asociada a las de Gottfried Benn y Karl Kraus, se presenta disímil en su lúgubre ejecución. La potencia “negra” de sus versos se ve reflejada a lo largo y a lo ancho de este libro, y poemas como “La morgue” (“Nosotros, los muertos, nos reunimos para el último viaje / por vastos desiertos, mares y vientos invernales”) y “Hora mortis” (“y nos perdimos sin rumbo en melancolía y cansancio amargo / almas sin sangre, que el Leteo arrastró hacia cavernas de pena”) dan debida cuenta de ello. Además, se visualiza un retorno constante sobre las ciudades (“Las ciudades”, “La ciudad del sufrimiento”, “Las ciudades brumosas”), como si esto fuese algo que Heym no termina de resolver y que sin embargo no prefigura nada bueno.
Tras resultar opacado luego de su muerte por Trakl y Rilke, la recuperación de Heym por parte de la editorial Buchwald nos devuelve a un autor que, al igual que Kafka, manifiesta rabiosamente el malestar que supone el ejercicio de la vida en torno a la burocracia y las obligaciones sociales del humano moderno. La precisa traducción de Enrique Salas y los cuarenta y siete grabados de Ernst Ludwig Kirchner traen a su vez, en esta preciosa edición facsimilar, el resto aurático de una voz que se perdió antaño en las profundidades heladas del caprichoso río Havel.
Georg Heym, Umbra vitae, traducción de Enrique Salas, Buchwald Editorial, 2019, 96 págs.
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