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Todas las cosas al corazón

Sandra Abichain / Lucas Di Pascuale

ARTE

Todas las cosas al corazón es un libro que guarda dos tesoros: un herbario y un alfabeto. En esta publicación, Sandra Abichain y Lucas Di Pascuale ofrecen una serie de imágenes de sus obras producidas en el marco de una muestra conjunta, homónima.

¿Qué decimos cuando hablamos de gestos simples, de la mínima intervención de una mano sobre una cosa? ¿Qué se cifra en la inclinación de un cuerpo para agarrar —pero con qué garras— una flor? La flor que un día nace, por un gesto único —un pellizco suave—, termina en un herbario que aguarda ser hallado. No ha muerto, pero tampoco vive. Digamos que está aferrada al papel con una vida rara, hecha de planicies y transparencias. Habita en la capa opaca que ha adoptado el color por la sequedad de los días. Es un colmo de tiempo, una cripta de memoria. El capricho calculado de todo herbario nos enfrenta a lo posible en acto. Una flor cortada, muerta, seca y aplanada es un signo inaudito que resplandece porque ha olvidado lo que oculta; y es esa aparente contradicción lo que se refleja en la flor plana. Lo que ha perdido su volumen por sequedad es ahora la flor que se las arregla para hablar en secreto, para hacer del secreto esa materia que secreta y deja su huella, su marca, su hilo brillante.

Hagamos el juego de las palabras, aun cuando —como dice Georges Didi-Huberman— la lengua ya ha decidido por nosotras. Entre filiación e hilación, entre hilo e hijo, entre filo e hilo, hay una veta para jugar con el pasado en lo pesado que pueden ser las herencias, para volverlas hilos, finas líneas de materia textil con las que se borda un nombre. El borde del bordado, nombre sobre el papel, tira del hilo de la filiación para dejar su relieve, para plasmar —con ese gesto de la mano— el riesgo de estar al filo. El filo del hilo, su aparente aspereza, hace del bordado un desborde, un relieve que puede ser ínfimo pero no imperceptible. La mano tantea su filiación al filo. Así, el filo se vuelve hilo, el hilo traza una filiación, la filía se vuelve flor. Si decimos filo con resonancias del latín, nos referimos a hilo. Si decimos philo con resonancias del griego, decimos amor, amistad (filosofía), pero también decimos filón, hoja (clorofila).

Es fascinante saberse siempre ante el mejor guardado de los misterios: el enigma sonoro de la lengua. En la combinación de cuatro letras se agazapa el animal huidizo del sentido. Sentido se dice en singular, pero es siempre plural. Nunca el sentido va en un solo sentido, entonces toda pregunta por el sentido se vuelve siempre urgente y nos enfrenta a la rareza de la lengua, así como el herbario nos muestra la extrañeza de una flor plana. ¿Necesitamos otro código para hablar del sentido del sentido? ¿Necesitamos un alfabeto marginal que busque, en la confluencia de la escrituradibujo, el gesto único de una mano? En el ancestral gesto de la mano que pellizca esa flor convive ese otro gesto de una mano que prensa entre su índice y su pulgar una materia punzante o secretante para así trazar el grafo, la grafía. La letra es un dibujo. El dibujo puede ser una letra. La mano es la misma. El papel es el paisaje, ese pequeño país de la página. El alfabeto marginal puede pensarse como el colmo del signo que ha inventado su juego y, en ese momento, lo olvida. No podemos leer con el alfabeto marginal; tampoco podremos escribirlo. La imposibilidad de su transmisión lo salva de la tentación de pensarlo como un código. Ni legible ni escribible, el margen de la letra es dibujo y viceversa.

El título Todas las cosas al corazón proviene de un pasaje de Nietzsche, citado vía Oscar del Barco. Pero la cita dice: “todas las cosas al corazón de la naturaleza”: no preguntemos por la elipsis de la naturaleza. Pensémoslo en continuidad con el gesto de pellizcar una flor: hay una parte que se guarda (el corazón), otra que se pierde (la naturaleza). Pensémoslo en contigüidad con el gesto de inventar el dibujo de un alfabeto: una parte se guarda (el corazón del trazo), otra se pierde (la naturaleza de lo legible).

Herbario y alfabeto: dos criptas en el tiempo que se abren a su enigma, dos enclaves en el espacio que desbordan su trazado. La planicie de su disposición no debería engañarnos: ahí laten los vestigios de las manos y sus gestos. Ahí yace una memoria en sepia que atesora los rastros, los caprichos de la forma, la fábula del sentido.

Sandra Abichain y Lucas Di Pascuale, Todas las cosas al corazón, edición de autorxs, 2023, 80 págs.

30 Nov, 2023
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