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Correspondencia 1928-1940

Theodor W. Adorno / Walter Benjamin

TEORÍA Y ENSAYO

Dos son los problemas que atraviesan la correspondencia entre Benjamin y Adorno. El primer asunto tiene que ver con la aparición de lo nuevo, algo que obliga a repensar la relación del presente con el mundo pre-mítico que se ofrece hoy “cifrado cósicamente” como libre de pecado. De ahí la tensión entre lo pre-histórico y el ahora que la obra de arte contemporánea exhibe: lo cósico pide una redención que aparece como enigma en la naturaleza material de la obra, mientras que la dimensión espiritual tiñe de tristeza la creación artística, al mismo tiempo que abriga en su interior una redención posible que también afecta lo material, pese a que la obra en tanto objeto físico se muestre siempre “graciosamente”, con una posible risa cínica. En la carta del 17 de diciembre de 1934, Adorno pone todo esto en consideración a partir de la lectura del conocido ensayo de Benjamin “Franz Kafka. En el décimo aniversario de su muerte”, pero puede seguirse como reflexión en la crítica de Adorno a la “falta de dialectización” de la primera versión del trabajo sobre Baudelaire de Benjamin o en la redacción de Teoría estética, con su amigo ya fallecido. Las palabras en esta carta no pueden ser más trascendentes para entender el pensamiento llevado adelante por ambos, porque a partir de la lectura del ensayo, Adorno concluye: “Nunca estuve tan plenamente consciente como aquí de nuestra coincidencia en puntos filosóficos centrales”.

En la Correspondencia 1928-1940 se ve precisamente una tensión dialéctica en la búsqueda de esa coincidencia entre ambos autores. Que esta obra central tenga una traducción prolijamente anotada y local (a cargo de Laura S. Carugati y Martina Fernández Polcuch) es un logro editorial e intelectual cuyo peso percibiremos en los trabajos por venir. Constituye un mojón de importancia en la recepción del marxismo heterodoxo del segundo cuarto del siglo XX. Pero también es una muestra de un pensamiento en desarrollo, en donde, por momentos, Adorno le recrimina o reconoce algo a Benjamin, así como el último hace lo propio. Y todo en pos de lograr ese segundo gran tema que marca el libro: la búsqueda de una nueva (y más “original”, en el sentido de origen) manera de pensar la dialéctica. Ya no como un movimiento entre estereotipos que funciona con conceptos dicotómicos y con pasos esperables en el devenir de la historia, sino como un ir y venir de un punto al otro, tratando de que el pensamiento pueda abordar las contradicciones presentes en lo dado en tanto histórico. O en tanto momento de la tensión entre lo material y lo espiritual, camino dialéctico que incumbe a Benjamin en toda su producción, hasta ese gran legado en que se han convertido las “Tesis de filosofía de la historia”.

Claro que una correspondencia habilita también a revisar las tensiones dentro de la llamada “Escuela de Fráncfort”, los bandos que marcan la inclinación entre un modo de proponer un enfoque psico-sociológico y un tipo de pensamiento mucho más cercano a la crítica y la interpretación filosófica. En carta del 25 de abril de 1937, Adorno refuerza sus distancias con un trabajo de Marcuse (“Me parece mediocre”) y con Fromm y Loëwenthal. Mientras, en el medio, Benjamin cuenta sus problemas de dinero, un difícil trato con su hijo y el aire progresivamente irrespirable de una Europa asediada por el fascismo. Claramente, los dos extremos francfortianos, entre las camarillas académicas y los problemas de ese mundo. Bien podemos decir, en sí mismo, un asunto dialéctico.

 

Theodor Adorno y Walter Benjamin, Correspondencia 1928-1940, epílogo de Beatriz Sarlo, traducción de Laura S. Carugati y Martina Fernández Polcuch, edición al cuidado de Mariana Dimópulos, Eterna Cadencia, 2021, 472 págs.

 

9 Sep, 2021
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