Escrito en Facebook como diario en la cuarentena —pero durante un año y pico— y luego convertido en libro con una selección de sus entradas, Destellos ayuda a ver cuánto la urgente Actualidad imperiosa, la agenda y sobre todo la gramática y el ritmo mediáticos constituyen una realidad paralela: paralela al estado de los cuerpos (lo que incluye por supuesto el estado de los ánimos) y sus expresiones posibles y justas. La voz de Natalia Ortiz Maldonado (exquisitamente nutrida de diversas vertientes poéticas, filosóficas, políticas, asimiladas, digeridas) habla en y del presente; resuenan en sus páginas diversas líneas de tensión que lo traman, como el aumento de la crispación odiante, la vida replegada al cubículo doméstico con estado de conexión permanente, los modos de tramitación de la muerte, el miedo, el cansancio, el embotamiento perceptivo, las guaridas existenciales o la infancia como algo que, a pesar de tanto, sigue siendo. Aparecen, las cosas, sin delegar la potestad de nominarlas desde el pulso de su cercanía —en gran resistencia a la omnipresente rotulación mediatizada—.
“Tardecita 175. Si de lo que se trata es de tomar los medios de producción, lo primero sería tomar el lenguaje”. Lo cual es también tomar los dispositivos que lo formatean. “Mediodía 153. […] No se trataría tanto de ‘meter cosas potentes’ en los formatos disponibles sino de intervenir los formatos disponibles para que broten potencias”. Y Ortiz Maldonado torsiona el dispositivo Facebook, le inventa un envés. Sostiene una voz singular día tras día, un tono propio, un remanso, eludiendo la ansiedad de la respuesta inmediata a los titulares de la hora, el automatismo opinológico, la propaganda de sí, la agresión de descarga, en fin, la producción subjetiva dispuesta por las redes. Redes que, como señaló tempranamente Paula Sibilia (por ejemplo en El hombre post orgánico) heredan un dispositivo previo, el diario íntimo —sólo que, en la posmodernidad donde cayeron los “grandes relatos”, las redes como diarios personales catalizan el mandato de espectacularizar la vida propia para sostener su existencia (conectiva)—.
Esta subjetividad, conectiva y celular, incluso, ha visto emerger su correlativo subgénero literario, la llamada literatura del yo (o el giro autobiográfico, como bautizara Alberto Giordano). Destellos nunca habla de yo —como si ni siquiera fuera yo quien hablara, o, en todo caso, decididamente no fuera eso lo importante—. Lo que “le pasa” a la autora es pensado como ejemplo —cualquiera y común— de lo que —nos— pasa. Un diario sin lenguaje mediático ni del yo; una literatura del nosotrxs y del ello. Ortiz Maldonado es editora de la plataforma Heckt, docente e investigadora; estudiosa de la obra de Gilbert Simondon, su escritura ejerce, acaso, una investigación poética de lo transindividual.
Natalia Ortiz Maldonado, Destellos, Cielo Invertido, 2021, 160 págs.
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