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Hace pocos días una usuaria de Twitter, la red social intervenida por Elon Musk, les pedía a sus seguidores que le explicaran por qué releer un libro. Hubo respuestas de todo tipo, algunos indignados, otros poniéndole un corazón. Casualmente, Editar Guerra y paz, el libro de Mario Muchnik que publicó Gris Tormenta en su colección Editor y acaba de llegar al país, responde esa pregunta de manera simple, con dos palabras: por placer. Este es, justamente, un libro que profesa su amor no sólo a una obra —la obra magna de Tolstói—, sino a una actividad tan valerosa como pasional: la relectura. De hecho, gracias a ese volver a leer es que nació la enorme edición de Guerra y paz dirigida por Muchnik, así como este libro que narra en formato de diario la epopeya de aquella edición.
El libro cuenta con un breve prólogo de la poeta uruguaya Ida Vitale que funciona como un ensayo sobre la relectura y la experiencia de la relectura —la búsqueda de lo que está detrás de las palabras— y, luego, presenta los prolegómenos del propio Muchnik, donde el autor hace un revisionismo de sus lecturas de Guerra y paz a lo largo de los años. Después sí vienen los diarios de Muchnik sobre esos meses, hace ya veinte años, en los que parecía tener sólo una obsesión: editar Guerra y paz. No quería hacer cualquier edición, quería hacer la mejor edición en español.
En esos diarios, los diarios de una edición, Muchnik narra la tarea titánica que tuvieron que llevar a cabo todas las partes involucradas para poder sacar adelante el libro; dicho de otra forma, la maquinaria, la conciencia colectiva de la fuerza editorial. Porque detrás del ideólogo entusiasmado hubo personas como Lydia Kúper, la traductora rusa, o Miguel López, el corrector, por nombrar sólo a dos, que pusieron el alma para que la edición fuera posible. En los diarios, además de las críticas de Muchnik (sobre todo a las ediciones acortadas de bolsillo), nos enteramos de las decisiones que hubo que tomar y, sobre todo, del pensamiento literario detrás del proceso de edición (hasta dónde facilitar una lectura, la función de un epílogo, el uso de la cursiva, la defensa de un estilo, entre tantas otras).
Queda claro que Muchnik releyó tantas veces Guerra y paz por el placer de reencontrarse con esa historia, con esos personajes (el conde Bezújov, Natasha Rostova, el príncipe Bolkonsky) que lo fascinaron, que lo interpelaron de distinta manera cada vez que volvió a ellos. Porque una lectura, desde ya, nunca es la misma lectura; releer es leer de otro modo, ni el libro ni el lector son el mismo (por contexto, por distancia, por perspectiva). Como dice Daniel Pennac, releer no es repetirse, es dar una prueba nueva de amor infatigable. Es lo que hicieron Muchnik y todos los que lo rodearon en la gesta de su edición, que es una prueba más de ese amor infatigable por la literatura, representada en este caso por la figura de Tolstói y su novela monumental.
Mario Muchnik, Editar Guerra y paz, Gris Tormenta, 2022, 136 págs.
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