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Reescritura y ampliación de Los infames. La literatura de derecha explicada a los niños (Momofuku, 2015), Tres realismos. Literatura argentina del siglo 21 constituye un mojón ineludible para pensar un tema que parece ser pan de todos los días, pero no despierta ningún tipo de reflexión organizada. Al menos, no de los realmente implicados, que son los críticos menores de sesenta años que leen con frescura y sin el peso casi atávico de “lo nuevo” que incumbe a ciertas aproximaciones a la así llamada literatura del siglo XXI, como pasa con trabajos como los de Beatriz Sarlo, Elsa Drucaroff, Josefina Ludmer o, incluso, avances historiográficos como los de Carlos Gamerro, Martín Prieto o Jorge Monteleone. ¿Cuál es ese tema? La crítica literaria está muerta. Así lo anuncia el propio Maximiliano Crespi en este libro. Y sin embargo, pese al pronóstico funerario, Crespi hace crítica. La ventaja de Tres realismos es que se mete de lleno y con una hipótesis original a trabajar la literatura de hoy en día sin abundar en el trauma generacional (¿toda la literatura después de 1983 tiene que entenderse con el rótulo de una obra “posdictadura”?), sin minimizar —por asentarse en la tradición o hasta el patoterismo— las escrituras del presente, y disponiéndose, incluso con su correspondiente cuota de polémica, a criticar las producciones literarias de los últimos veinte años a partir de decisiones estrictamente procedimentales y no necesariamente halagüeñas. Parece una verdad de Perogrullo, pero en tiempos en que todo se lee moralmente (y, por extensión, representativamente), corresponde señalar que la única ética de la literatura, mal que nos pese, siguen siendo sus elecciones estéticas: como el anudamiento entre fábula y ficción, en el caso de la narrativa, o la manera de pensar el ritmo, en el caso de la poesía.
Restringido al ámbito narrativo, aunque se permite algunos desvíos poéticos (como el trabajo con la obra de Carlos Godoy), Crespi entiende el realismo como un modo de organizar las percepciones antes que como un mero género: esto es, un sistema de captura de lo que pasa. Así, contrapone tres realismos posibles en las obras del siglo XXI: el realismo de derecha, afincado en la tradición que niega lo nuevo, viendo esa posible novedad con una distancia conmiserativa y hasta cínica; el realismo pseudo-progre, que también se ata a las determinaciones morales del discurso del mercado (digamos, la corrección política), y que esconde una peligrosa similitud con el realismo anterior, que se funda en no discutir los alcances perceptivos del realismo como sistema (lo que se ve es así y no puede cambiarse: de ahí, construimos una ficción “sólida”); y, finalmente, el realismo “infame”, un realismo mirado de reojo por los otros dos, que parte de ciertos modos relativamente estables del mundo tal como se presenta para someterlos a una progresiva desintegración a través de herramientas estéticas. Ahí es donde entran los trabajos de Samanta Schweblin, Aurora Venturini o Francisco Bitar, opuestos, según Crespi, al realismo “de derecha” de Damián Tabarovsky o al realismo “progre” de Selva Almada.
Crespi se atreve a levantar una serie de preguntas en torno a la literatura contemporánea sin pedir permiso. No abundan libros como estos, que presentan, por fuera del género académico (esto es, una tesis, un artículo en una revista especializada), un avance concreto sobre lo que se escribe en estos tiempos. Crespi habla de la muerte de la crítica, dijimos más arriba. Parece un contrasentido o, al menos, una apuesta crepuscular no asumida. Porque este libro parecería afirmar, al menos, una interesante sobrevida de la práctica.
Maximiliano Crespi, Tres realismos. Literatura argentina del siglo 21, Nudista, 2020, 234 págs.
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