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Ezequiel Alemian pertenece e integra ese linaje de poetas donde no importa el qué se cuenta, sino el cómo se cuenta. Donde la configuración espacial de la página se transforma en arte visual; donde la tipografía y el espacio en blanco componen, a la manera de una partitura, una música callada: objeto insonoro en que el lenguaje resuena por su cuenta.
Su libro más reciente, Anexo Lindsay, se construye al borde de la escritura, donde cada palabra es atrapada hasta el desgaste. Ese desgaste, ese pulir, ese verdadero ejercicio de desbaste, saca a la luz, paradójicamente, toda la opacidad de la palabra misma. No hay historia, no hay relato; no hay nada que contar. Un puro artificio poético. “Éramos nada”, (des)dice uno de sus versos: singular aseveración hacia el interior mismo del lenguaje poético, que funciona gracias al resguardo de la escritura.
Es notable el uso de la técnica del cut-up, ejercicio poco explorado en la poesía argentina. Si en Died (2016) posiciona al objeto poético como collage de noticias periodísticas, aquí será la expresión, la elocución de la palabra trasladada al papel mediante este recurso, el núcleo y motor del libro. No casualmente, en una entrevista que Hans Ulrich Obrist le realiza a Arto Lindsay, artista a partir del cual Alemian titula el libro, resalta la importancia de este procedimiento burroughsiano en su obra.
Leemos: “el tren seguía al subte y el micro al tren, y el tren al micro / y el subte al tren / una guía de terrenos baldíos en una ciudad que desbordaba / los mapas / vimos bajar las aguas con una furia incontenible / lo mejor del verano de nuestra infancia / con las sierras de fondo en las escaleras / uno leyendo, el otro de espaldas”.
Largos listados, figuras que se van superponiendo casi sin descripciones. En Anexo Lindsay las palabras, colocadas una al lado de la otra, son leídas como perturbadoramente autónomas; cobran vida a medida que nuestra mirada las recorre; se escapan, incluso, de nuestro intento de buscar y encontrar sentido; no arman relato; hasta poseen una fraternidad interna que nos deja afuera: “agotados por la duración de la partida / unos salen de escena plegando el tiempo sobre sí mismo / pude verlos de espaldas, de la mano, alejándose por la playa / no a una sociedad renovada en el impulso de su energía / erótica sino a la estabilidad de lo existente / en el saber que hablan los filósofos a quienes pueden / imaginar una vida mejor”.
El poemario se transforma en un objeto extraño, difícil de asir, porque no necesita de nosotros.
Anexo Lindsay rehúsa incluirse en cualquier género existente. Es, en el fondo, una interrogación sobre sí mismo.
Ezequiel Alemian, Anexo Lindsay, Caleta Olivia, 2023, 70 págs.
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