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Manuel Alemian escribe como si quisiera hacer del poema un artefacto explosivo, pero con forma de taza de café, flor, paquete de cigarrillos, o cualquier otro objeto cotidiano al que casi no le prestaríamos atención.
Los materiales son los de todos los días, el lenguaje también. Pero en unos poemas brevísimos de versos brevísimos, a los que hay que dejar caer para que surtan su efecto. Esto es, darles su tiempo de silencio, aunque el libro puede leerse de una sentada.
Los elementos son disruptivos de una manera sutil. Hay algo en el artefacto que chirría. Tras la superficie que muestra una pompa de jabón, pulida como una pequeña postal pop, empiezan a hacer su trabajo las disonancias, o problemas de color.
Dice en el poema “Sin pigmentar”: “No es que fueran / tampoco / de ese otro color / al que llaman natural. / Eran globos sin color”. Y podría pensarse que habla del modo en que pule el estilo, una calidad de la lengua trabajada como si no tuviera color y fuera a la vez el resultado de mezclar muchos colores.
El libro tiene tres partes, que recorren las relaciones con los demás, con otros seres y con el yo, y termina con un poema largo sobre la escritura. Si ahí dice que “escribo aunque no importe”, escribo sin inspiración, desde el llano, y muchas opciones más, todas esas descripciones cubren el velo de un preciso trabajo de recorte, aproximación a las personas, las situaciones, los objetos, que produce un extrañamiento. Hay por ejemplo un elemento sorpresivo en la elección de los títulos, que obligan a pensar una relación no evidente con el poema y que, con su efecto de après-coup, modifican sus sentidos en la relectura a la que ellos mismos obligan. Como si se trata de cuadros.
Hay también extrañamiento en la brevedad trabajada de los textos. Es por efecto de la síntesis que el poema llamado “Un caso” puede hacer pensar, a la vez, en levedad y tragedia. El poema “Es la base” sintetiza, en clave minimalista, la esencia y la decadencia de la clase media en lo que va del siglo: “Comemos fideos con manteca. / Vacacionamos en el país. / Usamos ropa de marca / pero trucha. / Nos cuesta mucho / conseguir un buen trabajo”. La velocidad y precisión con que se suceden los versos es la del destino y, al mismo tiempo, por la contundencia del final, llama a hacer algo en contra de esa destinación que la retórica de cierta franja ideológico-política quiere naturalizar. Una poética ligera y de peso al mismo tiempo, unas frases y versos que vienen desde los discursos sociales y van hacia ellos, un corte, de encuadre, de verso, de visión, unas elecciones, que marcan la diferencia como poema.
Así, Alemian muestra siempre el defecto en la impresión del folleto, lo borroso de la foto, y hace del trabajo poético uno de recorte, como una máxima atención al detalle con una máxima tensión de la lengua. De este cruce no está exento el humor, como ese juego de lenguaje en que el enunciador se aleja del enunciado para marcar lo que falla, tanto en uno como en otro. De esta manera entra también lo social en su poesía. Como si se tratara de recorrer cada vez un camino de cintura, un borde entre sujeto y objeto, entre individuo y sociedad, entre usos colectivos del lenguaje y la escritura.
Ese borde está en el lenguaje de todos los días si la poesía le permite mostrar sus conflictos. Porque ahí donde parece que no pasa nada, hay mucho por ver, dice Alemian, cosas que preguntarse, lugares que habitar poéticamente. Como lo demuestra en “Vida y obra”: “Si nos diésemos cuenta antes, / haríamos las cosas / de manera diferente. / Sin problemas, / sin conflictos, / sin nada, / sin que pase nada”.
En ese borde se juega una poética que busca siempre alcanzar un tono menor, desplazado respecto de las figuras de poeta y de poesía, para dar a ver las posibilidades que surgen de la resta: lejos de la centralidad, lejos de los cánones, lejos de una figura elevada, los textos, como pequeñas bombas, estallan a poco de leerlos y dejan sus esquirlas como sentidos puestos a variar acerca de ideas preconcebidas y objetos que dejamos pasar todos los días.
Manuel Alemian, Ido, Nebliplateada, 2023, 116 págs.
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