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Estepicursor

Marcelo Vera

LITERATURA ARGENTINA

Una semana atrás, no sabía qué era un estepicursor. Puedo reconocer aquí algunas fallas relacionadas con mis propios conocimientos de cultura general, climática, botánica o informática. La palabra “estepicursor” no me resonaba por afinidad con ninguna otra palabra, concepto, estado o realidad. No arriesgué respuestas o posibilidades y tampoco busqué la palabra en el diccionario. Los lectores tenemos esa suerte en cada libro que abrimos: enfrentarnos con el mundo de un autor, con sus obsesiones, con palabras y sentidos nuevos para después utilizar en alguna conversación, casualmente, ese conocimiento recientemente adquirido que esperaba ansioso por salir. ¿Acaso vos sabés lo que es un estepicursor? ¿Sabías que los estepicursores son esas bolas gigantes de yuyo, pasto, vegetación que pueden alcanzar velocidades insólitas y destructoras? ¿Sabías también que pueden ser buenos amigos? ¿Recibir homenajes? ¿Reemplazar árboles de navidad, muñecos de nieve, medios de locomoción?

Estepicursor es una novela sobre la soledad y también es una novela sobre el fracaso. Pero es, sobre todo, una novela acerca de la vida en la intemperie, sobre cómo en general rodamos sin rumbo y vamos topándonos con personas, experiencias, fallas y necesidades arbitrarias, inevitables, temporales.

Su narradora no tiene certezas y busca a tientas en los laberintos de un extraño ennui cotidiano: una relación que se termina, un trabajo irrelevante aunque necesario, un diálogo con los deseos, los refugios inesperados, algunas mentiritas piadosas, el daño agrio aunque no por eso irreparable. Mientras avanza, porque la quietud no es una opción, se pregunta: ¿cómo llegué hasta acá?, ¿cómo sigo?, ¿es posible?, ¿cuáles son mis opciones? Busca, como el mono de “Informe para una academia”, no una solución, pues sabe que tal cosa es una fantasía, pero sí una salida, un devenir otra cosa que alivie, cure, sostenga.

Por momentos, en esa búsqueda viaja hacia la isla de los recuerdos, a su pesar, reconstruye para comprender, reconstruye para no repetir, revive lo imborrable. Por otros, encuentra aliados: un mendigo, un gato gordo y ronroneante, la imagen de dos que existen en su corazón, un pato herido que, como un espejo en el que puede mirarse, le devuelve la esperanza de la salvación. Como en Solo, la primera novela de Marcelo Vera, los animales son manifestaciones seguras y esperanzadoras. No sólo acompañan sino que también revierten. Prometen nuevos comienzos. En Solo, el protagonista está al borde del suicidio hasta que los ojos de una perra tan desolada y hambrienta como él rompen el muro y abren la grieta por donde la vitalidad vuelve a brotar. En Estepicursor, un pato acosado se frota contra la pierna de la protagonista como un perro amistoso y un graznido en su cara la hace despertar. Hay que volver a construir una casa. Un refugio, aunque las lágrimas que brotan incesantes no permitan, en principio, verlo con total nitidez.

Marcelo Vera narra estas vidas en una cáscara de nuez con una prosa sutil y concentrada. Cuando lo leemos, vemos al poeta que piensa y elige cada una de las palabras para que la música nos acompañe, sostenida, hacia la luz de un nuevo día en el final.

 

Marcelo Vera, Estepicursor, La Pollera, 2022, 99 págs.

9 Feb, 2023
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