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El primer libro de cuentos de Marcelo Pelissier, artista visual y curador independiente además de escritor, reúne veintiséis piezas narrativas en poco menos de doscientas páginas. Recortados sobre el molde clásico de la brevedad y el shock, los cuentos tienden a seguir una línea de intensidad ascendente hasta desembocar en esa “resolución atronadora” que Mariana Lerner destaca desde la contratapa. En “Una estética del fragmento”, por ejemplo, además de una educación en el gusto, desde el kitsch adolescente hacia la depuración madurada por un cierto refinamiento —los frascos que colecciona el protagonista como souvenir de sus años van del amontonamiento informe de incontables chucherías a la estilizada conservación de una parte del cuerpo de sus víctimas—, esa estructura se manifiesta en una forma depurada, casi óptima, en la que nada adelanta la impresión terrorífica de un cierre que, sin embargo, aparece tan adecuado. Junto con la deidad poderosísima que transita “Un miedo antiguo”, capaz de generar una inquietud semejante a la que transmite la escritura, y junto con “En el Bosque”, una especie de “Continuidad de los parques” cruzada con Aniquilación, la película de Alex Garland, los tres primeros relatos conforman un potente podio de apertura. “Ende”, de los últimos, entrama un grabado de Durero, los mensajes en una botella arrojados al mar, cierta rutina estival transformada en destino y el fin del mundo de un modo admirable. Y “La luz helada de las estrellas”, un cuento emparejado con su metacuento, hace de un círculo dibujado en el parqué de la habitación de una casa una especie de pozo infinito de los deseos frente al que el protagonista, guionado por el escritor, se arrodilla y teme pedir aquello que más anhela por miedo a que emerja campante desde la oscuridad. Frente a ciertos motivos recurrentes en todo el catálogo, uno podría dejarse tentar por la pereza y generalizar algo así: mientras un entorno, una situación o un tiempo ordinarios y con sus marcas de realidad en los bordes configuran los primeros trazos o acciones, algo o alguien que es de ese allí pero tiene lazos o entendimientos con otro lado despunta y abre huecos como portales por los que se cuelan un viento, un animal o los muertos. Esas entidades extrañas, agazapadas en los rincones de una imaginación narrativa frondosa, van irguiéndose hasta explotar en la página y tomar posesión de los cuentos, trastocando casi todo lo que habíamos leído hasta la anteúltima línea. Sin embargo, resumir el argumento de “Abismo” diciendo que de una vieja casona en Palermo salen versiones deformes de las personas que entran como hipnotizadas es tosco comparado con cómo la acción se desarrolla en el cuento. Hay algo en la composición, en los párrafos hechos de oraciones cortas separadas con punto seguido y enfocados en la observación y en lo sensorial, cuya sucesión consigue imantar nuestra atención, suspender la incredulidad y, con el remate, colmar nuestras expectativas.
Marcelo Pelissier, Pequeño catálogo de anomalías, La Parte Maldita, 2021, 192 págs.
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