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Estos poemas en prosa de Yanina Audisio ponen al descubierto la fatalidad de la grieta, tanto en el amor como en el lenguaje. En la cinética voraz de los amantes, la palabra intenta sanar el vacío que se abre entre los cuerpos a causa del paso del tiempo. Sin embargo, aquello que busca acercar, rodear y ocupar no hace sino ahondar el hiato. Tiempo y palabra resultan factores que despegan a los amantes. Cuanto más se pretende resguardar lo vivido, más se lo torna remoto, como si el poema fuese el vidrio que nos permite ver lo amado y a la vez la maldición de un límite que se transparenta: “Ocurre lo que temo: dos corazones creen arder cuando los dos son corazones arrasados”.
En un afán barroco e intimista, la forma que la voz halla para su experiencia es la de un relato intemporal que da cuenta de la cronología que rige a los que se aman mientras dura su amor. No estamos ante una sucesión de encuentros, más bien ante un gran caleidoscopio en el que las figuras mutan para aunar los momentos del goce; se trata de una elipsis suspendida dentro del curso lineal de los días: “Las horas que pasamos retozando (como si quisiéramos con nuestros cuerpos todos los campos) agotarían a los dioses (ellos lo quieren todo de inmediato)”.
El poema parte trágicamente la realidad idílica y exhibe la transitoriedad y el hueco que su impulso inaugura, aunque, en rigor de verdad, su nacimiento resulta el plano en el que el deseo se espeja para reconocerse, porque sus palabras visibilizan lo que los amantes han perdido al pronunciarlas. Eso que llega mediante la boca puede parecer residuo y, no obstante, es el producto que certifica lo acontecido: “De dónde viene aquel resplandor, de dónde esta sacudida, de dónde este estallido que lo vela, lo agita, lo aturde todo. // Desarmada, por tu nostalgia de aire. Por tu música azul, derramada. // De dónde llegaste, hermoso y herido, pájaro de lo alto, cómo negarte el árbol de mis noches para apaciguar tu corazón. // No podría dejarte como la luna no puede, incrustada de luz, dejar el cielo”.
Sol por un rato no se enfoca en un devorarse mutuo, tampoco en el consumirse del amor como catástrofe. El vigor de su verborragia imaginativa se inclina en todo caso por gestar la percepción de ese tiempo reconcentrado y flotante que se dispara entre dos cuerpos. “Alzada en el aire que pongo en las palabras, trabajo detrás de tu oreja: vertedero insistido, mis labios entregados a la extracción del ritmo, consumar la guitarra que hace sonar las piedras con las que tropecé y sobre las que ahora te acuesto. Todo lo que nos damos con el cuerpo será poesía, toda conquista será sobre la boca”, le confía la voz al ser amado. Y en ese presagio comienza a erguirse la combustión que destrozará el deseo y templará la palabra que su fuego desprende, para que esta se abra paso a través de las llamas y vuele hasta nosotros, sus lectores.
Yanina Audisio, Sol por un rato, Abisinia Editorial, 2022, 90 págs.
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