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La pregunta “cómo nos transforman las cosas que desaparecen” se vuelve motor de búsqueda de Isabel Zapata (Ciudad de México, 1984) en la nota introductoria de su libro. Y es que en Maneras de desaparecer permea una impresión de pérdida, de que algo en la economía de las cosas (llámese también “vida”) está siendo sustraído y es precisamente a partir de esa desaparición que la voz de la ensayista intenta reponer la falta. El ordenamiento mismo de los trece artículos parece sugerir que se trata de un efecto de memoria involuntaria: heteróclitamente, la autora trabaja con la marginalia que encuentra a su paso cuando recorre la biblioteca de su madre, pasando al improbable sabor de las lentejas con manzana que su abuela preparaba y volviendo de nuevo a ciertas virtudes que ve en los canes. Su enfoque la hermana con el ensayista norteamericano Eliot Weinberger: como si se tratase de una enciclopedia poética, Zapata teje y desteje saberes que le han otorgado la experiencia y los libros.
En “Cuaderno de aves” pinta una serie de frescos ornitológicos en un sistema que recuerda el de Trece maneras de mirar a un mirlo de Wallace Stevens; aquí se dan cita el loro de Flaubert, la fotografía aviar de Julius Neubronner sr., la sustancial diferencia entre ave y pájaro, la costumbre de regalar patos en China y Japón para asegurarle buena fortuna a una pareja de recién casados.
Al recorrer sus escritos se tiene la agradable sensación de estar frente a una voz amiga que nos cuenta una bella y articulada historia; tanto en “Mi madre vive aquí”, escrito que abre la serie, como en “Maneras de desaparecer”, el que la cierra y que en su edición mexicana lleva por nombre “Alberca vacía”, no parece haber fisuras ya que habita el momentum del “entre dos”: se está en el texto y se está afuera del texto, es decir, se despliega una observación que persigue la forma ensayística pero a la vez se abre a una digresión con altas dosis biográficas. En ese entre dos, en ese ir y venir, aparece la voz del Mark Strand de Mantener las cosas unidas, particularmente la de los últimos versos en donde dice: “Yo me muevo / para mantener las cosas unidas”. También la voz de Zapata está punteando entre la bibliofilia de Walter Benjamin (“Toda pasión raya en lo caótico, pero la pasión del coleccionista raya en el caos de la memoria”) y la conversación con su madre; entre la idea de “escribir con luz” de André Kertész y el vuelco a la memoria de una fotografía imposible de un hombre y su perro; entre la pregunta de Larkin (“¿Dónde podemos vivir si no en los días?) y la respuesta que le brinda la pandemia (“El momento es donde vivimos”).
La sumatoria de entradas de este libro sugiere que su autora es una de las voces más importantes del presente. No hay que perderla de vista.
Isabel Zapata, Maneras de desaparecer, Editorial Excursiones, 2022, 92 págs.
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