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Una lectura a pie juntillas de Peregrino transparente consignaría, casi con seguridad, que la novela de Juan Cárdenas (Popayán, 1978) se conduce a la manera de un artefacto que construye trama a través del vacío: la fuerza centrípeta que genera la búsqueda del naíf Pandiguando opera como hilo conductor que sostiene el andamiaje del relato. Otra lectura menos atenta sugeriría que se trata de una descripción sui generis de los avances y descubrimientos de una comisión corográfica que sobrevuela una Colombia en ciernes. Pero una más arriesgada, aunque no por eso menos plausible que las anteriores, daría por sentado que, en verdad, frente a la lectura de Peregrino transparente se está ante un gran fresco de época, sin determinar del todo de qué época se estaría hablando.
Desde un tiempo a esta parte la obra de Cárdenas viene trabajando con herramientas que usualmente se reconocerían como engranajes de la cadena de montaje del arte pictórico y, a la vez, de su descripción. A través de un ejercicio de écfrasis invertida se trastocan los efectos de su propio quehacer. Si usualmente esta figura retórica “pinta una imagen con palabras”, lo que hace el también autor de Tú y yo (2021) es justamente lo contrario: encuentra la manera perfecta de hacer que las palabras se vuelvan acción pictórica.
Pensemos lo siguiente: si esto no fuese así, ¿cómo sería posible teorizar sobre El jardín de los presentes, segundo apartado del libro, sin hacer uso de conceptos que van del papier collé (frases de corte spinettista [sic] como “conspiración de la luz percutida sobre el tambor de la piel” y luego, aguas abajo, por otras como “negativo de la luz sublime”) al campo activo oulipiano, que tiene al “ojo del mixín”, “el ojo del pez mixín”, “el ojo de la corteza”, “el ojo malo de la abuela Fanny”, “el ojo al que aludían”, o simplemente el “ojo malo”, como una sucesión de variaciones operacionales de unos pocos elementos.
El curso del río por el que nos conduce Cárdenas es sinuoso, con un posmoderno relator que se inmiscuye en el texto, lo baraja en dos o tres golpes de carta para mixear ficción y no ficción, acelerando y desacelerando el relato, quedándose de a ratos en anotaciones metafísico-sensoriales (“su luz se arroja en ángulo sobre las cosas del mundo”), acumulando purple patches y desentendiéndose de la trama para dar aire a sus especulaciones salvajes.
Es así como el surco del mentado río dibuja un mosaico; uno que al final encierra una poderosa sentencia: “la verdadera pintura sólo capta lo invisible”.
Juan Cárdenas, Peregrino transparente, Sigilo, 2023, 256 págs.
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