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Poeta chileno

Alejandro Zambra

LITERATURA IBEROAMERICANA

Poeta chileno consta de dos novelas cortas que colapsan en un determinado punto, a las que el autor les añade un preludio y una tercera pata (central en la narración) que sirve de paisaje de época, con la creación de una suerte de personaje colectivo (que es el grueso de los poetas chilenos contemporáneos; reales e inventados).

Hay en el libro dos personajes centrales, Gonzalo y Vicente. Ambos acabarán siendo poetas (y menos por vocación que por decisión), y de ahí viene el título (ambivalente) del libro. Lo más importante entre ellos, sin embargo, más que sus propias carreras, será el propio lenguaje poético, que les abrirá un canal de comunicación donde sentirse cómodos con la padrastía (después de que ya Gonzalo no viva con Vicente y su madre).

En un segundo plano hay dos personajes femeninos: Carla, la pareja de Gonzalo durante unos años y madre de Vicente (y que ve la poesía como una enfermedad), y Pru, una norteamericana que viaja a Chile en aras de escribir un reportaje largo para una revista gringa sobre “ese país donde los poetas son importantes”. Y, como telón de fondo, claro, están toda una suerte de poetas chilenos (incluyendo a Nicanor Parra, a quien Pru visitará en su casa), con su peripatética ansia de trascendencia y su simulación à la Pessoa.

Toda la novela es un compendio de fingimientos y voluntades. Ninguno de los personajes tiene claro cómo actuar su rol y lo que más pesa en ellos es una aquiescencia obstinada. Se creen felices porque no se saben insatisfechos. Pero pesa una sombra en todo el relato, y por la cual la crítica ha pasado de puntillas: Oscuridad, la gata de Vicente (la de la foto de la portada del libro). Símbolo de verdad y muerte, traída de unos versos de Gonzalo Millán: “Gato, peligro / de muerte, perversión / de la siempreviva”. En su afectación, todos los personajes deambulan desordenados en círculos, conformando una figura de roseta que sólo se asienta tras la muerte (que sirve de símbolo) de la gata; a la que, por cierto, atropella un coche de Carabineros. Uno más de los mil chistes cómplices (y fértiles) de los que está repleta Poeta chileno.

Zambra trabaja su prosa aquí igual que siempre: parte de unas escenas mínimas y unos personajes acotados que ahora, sin embargo, amplifica. A partir de allí lo que hace es ir sumándoles capas. Lo más elocuente a este respecto es la escena final, que fue, a su vez, el germen de la novela: un instante de felicidad (incierta) detenido en el tiempo.

Poeta chileno compendia, funge y dilata la obra previa zambriana: de sus novelas cortas rescata la figura del padrastro y las relaciones afectivas de pareja, de sus libros de no ficción, la querencia al juego lingüístico y formal, y de la experiencia de sus libros de poemas se sirve para la construcción de los poemas de los protagonistas.

Se ha insistido mucho en la filiación bolañesca de la novela y es cierto que Zambra juega, en determinados puntos del libro (sobre todo en la parte central), con un fraseo que puede recordar a Los detectives salvajes. Pero no lo hace desde la mímesis sino desde la crítica. La mirada bolañesca es, en realidad, la mixtificación de los literati norteamericanos. Es una visión ingenua, de un romanticismo crepuscular. No es la de los poetas chilenos ni la del narrador del libro. Es la visión de una ficción neorromántica que se quiere insertar en una realidad que ya es enteramente prosaica. Aquí ya no hay héroes enamorados ni locos visionarios, sino poetas algo menos tristes que el resto de la población chilena, a quienes mueve fuertemente el sentido de comunidad.

La revisión irónica del hype bolañiano (nótese la ironía de que la periodista norteamericana busque perros salvajes en Chile, cuando estos son originariamente mexicanos) cumple, sin embargo, una función importantísima en este libro, pues nos habla de las herencias bastardas. De igual forma que la poesía es una herencia entre Gonzalo y Vicente, padrastro e hijo, una herencia que debe ser negociada entre ambos, después de que Gonzalo rompa la relación con la madre de Vicente, la relación de los detectives salvajes bolañescos con Chile es la de una suerte de padrastía que se halla todavía en disputa. Así, Zambra traza en Poeta chileno dos narrativas paralelas donde lo personal y lo nacional tratan de dialogar para llegar a un entendimiento. Y, en este sentido, sí, Poeta chileno nos habla del mito de la figura del gran poeta chileno, donde necesariamente habrá de confluir lo personal con lo comunitario. Recordemos lo que decía Malinowski: “Lo que realmente importa en la narración del mito es su función social”.

 

Alejandro Zambra, Poeta chileno, Anagrama, 2020, 424 págs.

3 Sep, 2020
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