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OTRAS LITERATURAS

Las óperas primas muchas veces suelen estar teñidas de cierta afectación juvenil, a tal punto que no es extraño que, con el tiempo, un escritor termine renegando de su primer libro, negándose a reeditarlo o, simplemente, omitiéndolo en sus extractos biográficos. Eso es lo habitual, pero, como siempre, hay excepciones: casos en los que, en una primera publicación, aparece un escritor templado, seguro de sí mismo, firme en su quehacer. Uno de esos casos es el de Nana Kwame Adjei-Brenyah (Nueva York, 1991) y Friday Black, su primer libro, una colección de relatos que ganó el premio PEN/Jean Stein.

Adjei-Brenyah se licenció en la Universidad de Albany y fue seleccionado, en 2018, como uno de los cinco mejores autores menores de 35 años por la National Book Foundation. En Friday Black presenta doce cuentos con un halo distópico en los cuales se despacha, por empezar, con una contundente crítica a la cultura estadounidense.

Hijo de padres ghaneses emigrados a Queens, en Nueva York, afirmó en una entrevista reciente: “Los negros hemos aprendido a cambiar de identidad en función del espacio en el que nos encontremos. Sabemos que tu propia seguridad depende de lo bueno que seas a la hora de cambiar rápidamente tus códigos para que el policía de turno o cualquier otro blanco no se sienta amenazado. Nos va la vida en ello”. Este asunto, el veloz cambio de códigos del que muchas veces depende la vida de un negro, Adjei-Brenyah lo aborda de una manera notable en el relato: “Los cinco de Finkelstein”. Un relato sangriento (que cuenta la historia de un hombre blanco de clase media que, con el pretexto de haberse sentido amenazado por cinco niños negros, los decapita con una motosierra) narrado a partir de un joven negro que, según con quién interactúe —no es lo mismo un compañero de escuela que un potencial empleador—, va moderando, tanto en su vestimenta como en su acento, su “nivel de negritud”.

Desde un mundo futurista donde se impone la sinceridad pero también el cinismo y la crueldad (“La época”) hasta una historia de fantasmas que aborda el bullying y las tristemente célebres matanzas estudiantiles en Estados Unidos (“Escupidor de luz”), pasando por un relato alucinado y conmovedor en el cual un padre entabla un vínculo con dos hijos nonatos (“La calle Lark”) y un mundo postapocalíptico cuyos habitantes están condenados a vivir en una iteración sádica (“A través del destello”), Friday Black reúne historias disímiles y atravesadas por un denominador común: de un modo u otro, en un abanico que va de lo eminentemente físico a lo psicológico, se impone la violencia; como si, en determinados contextos, la violencia fuera algo (pulsión o síntoma) que está ahí, latente, y bastara sólo una chispa para que prenda y estalle.

Hay, al menos, dos puntos altos en el libro. Uno de ellos se encuentra en el tríptico que conforman el cuento que da título al volumen, “Friday Black”, junto con “Cómo vender una chaqueta según el Rey Hielo” y “Venta al público”, tres relatos que se desarrollan en una tienda de ropa donde se revela el modo zombi (grotesco y gore) de los famosos días de superofertas en los megacentros comerciales estadounidenses. Mientras que el otro, quizá el punto más alto de la serie, se encuentra en “Zimmerlandia”, un relato que se desarrolla en un parque de diversiones que promete ser “el siguiente paso en la evolución de la interconectividad social y la promoción del bienestar”, donde a partir de diferentes módulos de situaciones en los cuales los visitantes juegan a matar, se propone una “experiencia visceral”; un relato escalofriante que pone de relieve los efectos adversos del American Dream y aborda el rasgo hereditario de la violencia.

A partir de situaciones reconocibles, que vemos a diario en nuestra vida cotidiana —situaciones que Adjei-Brenyah, con oficio, carga de expresividad, llegando a zonas de terror, horror y fantasía—, en Friday Black se plantean temas de fondo que son verdaderamente complejos. Si bien lo racial es preponderante, a punto tal que podría decirse que es aquello que impulsa el libro entero, los relatos tocan, además, temas álgidos, que van desde el consumismo hasta la propiedad privada y el colonialismo, pasando por la precarización laboral y la tenencia de armas. Adjei-Brenyah, consciente de que todo tiene que ver con todo, logra que aquello que comienza siendo a todas luces una crítica a la sociedad estadounidense termine siendo, en definitiva, una crítica global al mundo en que vivimos.

Pero lo más destacable de Friday Black (que, a fin de cuentas, no es, ni pretende ser, un libro de denuncia) no es eso; lo más destacable de Friday Black es que Adjei-Brenyah no deja que ni los grandes temas ni lo complejo del entramado lo abrumen, cosa que podría suceder fácilmente, considerando no sólo la dimensión de los asuntos que se plantean, sino también, sobre todo, el hecho de que se trata de un autor joven y es su primer libro. Lejos de eso, a partir de un trabajo notable de escritura (más concretamente, en el plano de las modulaciones: a partir de narradores versátiles, que son lo suficientemente expresivos, pero que saben dar un paso atrás y son oportunamente distantes), no solo sale airoso de su incursión, sino que, además, inspirado en un mundo trastornado del que, por momentos, parece no haber escapatoria, logra hacer verdadera literatura.

 

Nana Kwame Adjei-Brenyah, Friday Black, traducción de Javier Calvo, 2021, Ediciones del Asteroide, 256 págs.

16 Mar, 2023
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