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¡Cruel el destino de los escritores, que escriben ahora ya sin vida! Así parece ser que el viejo arte de poner una palabra al lado de la otra se adelantó años a los algoritmos y sensibilidades del ChatGPT y otras veleidades, porque la salida de Trastornos en la sobremesa literaria simula la aparición de un nuevo libro de Viñas sin que el bigotudo contornista nos respire encima entre bocanada y ronca voz de cigarrillo. Marcos Zangrandi logra, en efecto, en una recolección prolija de diversos artículos, devolver el complicado arte de la crítica en tiempos en los que la crítica parece hacer cualquier cosa menos complicarse. Y algo de eso se puede ver en los criterios de la selección: organizados según los siempre constantes intereses de Viñas (Mansilla, Sarmiento, Arlt, Borges, el vacuo presente), estos artículos que van desde los ochenta del XX hasta principios del siglo XXI recopilan textos sueltos en diversas publicaciones periódicas (que ya no existen o que parece que antes eran otra cosa, como Ñ) y conforman un complejo mosaico a la altura de Tartabul. Sin dudas, Viñas parece en el recorte de comienzos del “menemato” (época en que surge la mayor parte de estas colaboraciones) el último argentino. O el último de cierto tipo de argentinos, al menos.
Ida y vuelta, entonces. Algo que recupera el bamboleo de una conversación que en varios textos el crítico parece tener consigo mismo. Y es que, de alguna manera, esos años son el momento en que Viñas empieza a transitar el camino que lo lleva a perder a varios interlocutores y a quedarse predicando en el desierto, al menos hasta llegar a la época de Carta Abierta, cuando toma otra vez el espacio público con su cuerpo ya no como el crítico irreverente, sino como el intelectual con clara proyección sobre la política que busca intervenir en su espacio (Viñas nos libre de decir “campo”). “Mirada y violación en la literatura argentina” (Nuevo Sur, 1990), por ejemplo, es un artículo que sintetiza su método cuasiparanoico: entre comentarios, una recuperación de sus afirmaciones en Literatura argentina y realidad política y ciertas actualizaciones de algunas reflexiones, el autor de la idea de que la literatura argentina empieza con el indeseado acto carnal construye un interlocutor que es él mismo opinando acerca de lo recién dicho, armando una compleja red que es más que una excusa para la ampliación de algún concepto. Es una lucha cuerpo a cuerpo consigo mismo en el momento en que empieza el derrotero de los noventa, el derrotero del intelectual que está solo y espera en el café La Paz o en Losada, dos bares que ya no existen (y que van siendo reemplazados por el peor refrito de la década infame, las cafeterías de latte y los negocios que venden “burgas”).
Hay una manera de leer este libro que, si apuramos al autor, es la única: un corte en el presente, el nuestro, desde un Viñas parado frente al fin de siglo. El único equivalente digno de la propuesta es el Carlos Correas de la misma época, no tanto Sebreli, no tanto Jitrik, más que nada porque el último se vinculó a la escritura en la academia (sin por eso abandonar algunos espacios públicos, como las contratapas de Página 12) y el primero se metió cada vez más y más dentro de sí. Viñas y Correas, por los mismos años, iban hacia lo que constituía la materia de la opinión pública y arremetían con el riesgo de quedarse solos. Y se quedaron solos. Por eso, el maravilloso soliloquio que a la larga es este volumen de artículos.
David Viñas, Trastornos en la sobremesa literaria. Textos críticos dispersos, Fondo de Cultura Económica, 2023, 320 págs.
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