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Poesía de paso

Enrique Lihn

LITERATURA IBEROAMERICANA

Sería interesante recorrer en fast motion la obra completa de Enrique Lihn; de esta manera podría reconocerse un gran escenario pictórico autodescribiéndose sin cesar a la manera de una subjetiva máquina parlante. En ella, cada línea trazada, cada tropo o singularidad, cada una de sus oscilaciones y derivas convergerían en el mismo punto de fuga: la noción de que sólo lo transitorio, sólo lo abierto permanece.

Ya en los títulos de sus libros de poesía se vislumbra un ritual de paso, algo que es captado en el momento pero que no fija una condición estacionaria: desde La pieza oscura hasta A partir de Manhattan y entre París, situación irregular y Pena de extrañamiento, somos testigos de esa vocación del poeta por captar aquello que circunda, aquello que sólo puede ser tomado por el ojo-boca de Lihn. En este, como en Tristan Tzara, “el pensamiento se hace en la boca”, entendiendo que para el poeta el pensamiento se halla verdaderamente en las palabras, en su sabor, en su resonancia y la manera en la cual se forman en la boca. Y a partir de allí comienza a derivarse la verdadera técnica de Lihn, una que oscila entre la écfrasis y la descripción animada: puede bien tratarse de la catedral de Rouen de Monet o de la desilusión potencial que mora en el amor; como en los grandes escritores, el tema siempre es la excusa para dar rienda suelta al ejercicio, para jugar con las variantes que ofrece la yuxtaposición de las palabras.

Esta paleta de recorte móvil —que abreva en los efectos de montaje que caracterizan al collage— es la que, según el hiperlúcido prólogo de Ariel Schettini, habilitó a Lihn a recorrer el campo del sentido en sus profusas bifurcaciones. Como dijo a su vez Jorge Elliott en el prefacio a La pieza oscura, “la gran magia de la poesía de Enrique Lihn reside […] no tanto en la ‘música de las ideas’, como en el murmullo subterráneo, subjetivo, subsexo, subansia que la recorre”. ¿Y cuál es el runrún que caracteriza a Poesía de paso?

El murmullo que pervive entre las páginas hace las veces de sujeto de supuesto saber en la segunda del singular (“Entiendes bien que el solipsismo es una coartada / del poder contra el espíritu”), o en la tercera (“esa rara extrañeza de sí mismo que por sí misma se / hace a todo extensible”); puede contener una meditada reflexión freudiana (“el sufrimiento / viene de la raíz: el hombre crece / ligado al mundo por el sexo, nadie / puede volver a descubrir el fuego / sin destruir el fruto de su carozo”) o bien el descargo de una frustración romántica (“armado de una pluma, entre el cachorro y la / pared, desnudo / hago como que juego a desangrarme / cuando, entre broma y broma, me desangro”).

En todos y cada uno de los poemas de Poesía de paso habita, no obstante, una voluntad de registro de corte inmediato, el fulgor del momento que se impone y reverbera, que mana del fluir cotidiano: el instante eterno que a su paso se vuelve canción, ejemplo perfecto de la musiquilla que uno encontraría en una pobre e impar esfera.

 

Enrique Lihn, Poesía de paso, Ediciones Nebliplateada, 2022, 102 págs.

3 Nov, 2022
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