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El arrebato de Lol V. Stein

Marguerite Duras

OTRAS LITERATURAS

Los hombres, sostiene la reconocida Marguerite Duras en Escribir, no toleran la escritura de una mujer. Mejor, son incapaces de soportar la soledad inscripta en el acto que conlleva la escritura en sí. Mejor aún, les resulta cruel considerar que una mujer pueda apañarse a sí misma, sin la completud y el beneplácito con el que, se supone, el hombre debería agraciarlas. Así las cosas, un hombre, Jacques Hold, cuando se le niega la limpidez de la experiencia pura o del testimonio inobjetable, se siente compelido a imaginar, a inventar ―a fin de cuentas, a escribir― qué espíritu subyace en una mujer, Lol V. Stein, con un pasado de público conocimiento aunque de insondable presente.

Nos referimos a El arrebato de Lol V. Stein, la novela que tiene por centro inabordable el acontecimiento que lleva a Lol, justamente, a su arrebato. En el casino municipal de T. Beach se celebra el gran baile de la temporada. Michael Richardson, el prometido de la protagonista, baila con una mujer imponente de la cual se enamora y por la cual termina, abruptamente, dejando a Lol. La crisis se desata en la joven, que se desvanece al ver a la súbita pareja abandonar la pista de baile. Años más tarde, casada y con hijos, recuperada de su arrebato, vuelve a su ciudad natal, en la que reencuentra a una vieja amiga, Tatiana, y conoce a Jacques Hold, su amante, quien, a mitad de la novela, confiesa ser el narrador de la historia.

Hablar de “historia”, en Duras, resulta problemático. En concreto, Hold, antes que narrar, escribe. Y es en el despliegue de la escritura, en su mismo desplazamiento (semejante al de las caminatas silenciosas que realiza Lol), donde brotan las reflexiones, las especulaciones y los seres (entrampados de psicología y de lenguaje) que se erigen durante la lectura. Los personajes de Duras, afirmó Foucault, se mueven como ciegos; el tacto les permite una proximidad concreta pero parcial y limitada; la evanescencia es su horizonte y las aproximaciones vagas, su realidad.

De esta manera, Hold, descorazonado, desesperado por hallar la gema enterrada en el secreto de Lol ―qué fue lo que ocasionó su pasado arrebato, a qué se debe su actual silencio, propio de un recién nacido carente de memoria― necesita consolidar una respuesta, un motivo, una explicación, que le dé cuerpo a Lol. Así, consolidando a la protagonista, se materializarán tanto él como su amante Tatiana, puesto que la figura del trío, tan real como imaginaria, es la que termina por estructurar la novela.

Lol tendría que aventurarse a su pasado, a su locura, especula Hold, para hallar, en ellos, la palabra que nombre tanto su dolor como su alegría. “Me gusta creer, como creo ―dice el narrador―, que si Lol es silenciosa en la vida es porque ha creído, durante la brevedad de un relámpago, que esa palabra podía existir. Carente de su existencia, calla. Sería una palabra-ausencia, una palabra-agujero, con un agujero cavado en su centro, ese agujero donde se enterrarían todas las demás palabras”. Hacia esa palabra irán Lol y Hold, al final de la novela; en un viaje en tren retornarán a la ciudad, al casino en donde irrumpió la crisis. Tal vez encuentren allí, sobre todo él, el hombre, la palabra que encarne a la mujer vaciada y, por añadidura, termine por constituirlo a él. Se intuye, de todas maneras, que ciertos vacíos existen, claro, aunque no para ser colmados.

Marguerite Duras, El arrebato de Lol V. Stein, traducción de Ana M. Moix, Tusquets, 2023, 160 págs.

31 Ago, 2023
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