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La velocidad de las tinieblas

Muriel Rukeyser

OTRAS LITERATURAS

La velocidad de las tinieblas no sólo nos confronta con la verdadera cara de una cultura que ha dominado el mundo como ninguna otra (a base de pobreza, guerra, hambre, tortura, discriminación y supremacismo), sino que también nos coloca frente a algo mucho más terrible: los movimientos invisibles que se despliegan dentro de la sombra de su talla inmensa. En esta holgura, la voz de la poeta nos señala los desplazamientos de los vectores que cohabitan entre nosotros. Así, se nos marca que “todas las cosas se convierten en algo distinto a lo que parecen // en el despertar de la noche”, y gracias a ello, el poema puede tantear la pulpa nocturna bajo la piel de claridad del paraíso norteamericano.

El cuestionamiento social y político, la apertura sexoafectiva y el deseo de tramar lazos que rompan vallas se combinan en la obra de M. Rukeyser de modo indiscernible pero innegable, y los versos viajan hacia tierras y tiempos desconocidos e inhóspitos al tiempo que se aferran a su propio ahora con pasión y testarudez: “En nuestra época dicen que hay libertad de expresión. / Dicen que no hay castigo para los poetas. / No hay castigo por escribir poemas. / Dicen esto. Este es el castigo”. Poder manifestarse, entonces, no asegura nada si el tono y el timbre elegidos no portan la capacidad de discernir en la blancura las presencias aladas de lo oscuro. Hace falta, por tanto, “discutir la vida toda la vida incluso a costa de tu propia vida”, ya fuere en sus cimientos y sus superestructuras, ya fuere en sus grandes líneas y sus fenómenos más fugaces.

La frenética máquina de morder y deglutir actúa sin discreción sobre incluidos y excluidos. Prisioneros y víctimas de la expansión imperial, los seres de carne y hueso ven venir hacia ellos la ola que los aplastará o los mantendrá a flote en un ahogo lento, perdiendo minuto a minuto su único y verdadero tesoro: la experiencia. “Confía en la experiencia. Y en los ritmos. Los ritmos profundos de tu experiencia”, dice la poeta y deposita su fe en la síncopa de la individualidad contra la igualación devoradora, para luego sentir que esa agua del desastre “se convierte en tu boca”. De esta manera, el sexo y el amor transforman el entorno, de mujer a mujer, de mujer a hombre, de mujeres a mujeres, de mujeres a hombres. La multiplicidad y la multitud violentan los códigos cuando el verso las incorpora y, por tanto, las reconoce. Y con esa exuberancia “las palabras han asumido / todos sus significados prohibidos. Las palabras significan su opuesto. / Deben ser así, se las necesita”.

“¿Qué trajiste a casa de las guerras, padre?”, oímos que la voz pregunta y enseguida recibe su respuesta: “Cicatrices”. Las huellas de la dominación se graban en todos y cada uno, sin distinciones. A veces no es posible divisar las fuerzas que nos doblegan, sólo alcanzamos a descubrir, inmediatamente o a través del tiempo, las heridas, como si estas fuesen las palabras que inscriben el dolor. Hallar en esas suturas los modos de darle forma a lo por decir deviene una chance de impedir la coacción. “Cuando el oso me hirió, pinté para sanar”, se nos confiesa. Y esta pintura que la voz trama con su música tal vez se asemeje al hechizo necesario para curar y avistar las causas del mal que se denuncia.

En honor a esa alquimia verbal, la tarea de los traductores (Yaki Setton y Sergio Waisman) enfoca en nuestro idioma las potencias de esta poética, abrazando el voseo rioplatense y dejando a la vista la cuestión de género mediante la utilización de las articulaciones que el castellano brinda (como bien señala Diana Bellessi en la contratapa), amén de cuidar verso por verso el traspaso de sentidos, las métricas posibles y, sobre todo, el entrecruzamiento de sonoridades y formas visuales como en los poemas de mayor extensión o de dispersión en la página, donde el desafío de la autora frente a su lengua es superior aún, o como ella misma dice en términos más certeros, “el cantar de sus palabras contra las sombras de oro”.

 

Muriel Rukeyser, La velocidad de las tinieblas, traducción de Yaki Setton y Sergio Waisman, Salta el Pez Ediciones, 2023, 138 págs.

22 Feb, 2024
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