Si, por algún mandato todopoderoso, nos fuera dada la consigna de reorganizar el mundo y su historia para mejor, seguramente adjudicaríamos a la zona caribeña un estatus paradisíaco. No habría que tocar nada allí, diríamos, el derecho de vivir en alguna de sus islas y costas hermosas lo reservamos para lo mejor de la humanidad, pero únicamente bajo la condición de preservar de manera prístina sus comunidades indígenas, su flora y su fauna. Sería lo justo, lo mínimo que podríamos hacer.
Sin embargo, en el mundo real, la historia, y particularmente la historia europea y blanca, tuvo otras ideas. En vez de preservar paraísos en la tierra, los hombres (ya que, en su gran mayoría, de hombres se trata) occidentales decidieron sujetar estas tierras y archipiélagos a todo tipo de experimentos políticos y económicos, inicialmente como parte de proyectos colonialistas, y subsecuentemente —y de manera relacionada— de un espectro más amplio de ideas utópicas, pragmáticas, moderadas y extremas, exitosas y trágicas. Todo bajo la sombra del pecado original del capitalismo: la esclavitud.
Lluvia y viento sobre Télumée Milagro —traducido por primera vez al español, un hecho sorprendente, y también escandaloso por su tardanza, dando a sospechar que hasta en los movimientos más elogiables como el panamericanismo hay todavía puntos ciegos importantes—, es un texto cumbre del Caribe, uno de varios que buscan dar una radiografía de esta historia y sus secuelas, exponiendo sus horrores e injusticias al mismo tiempo que ofrecen algo de esperanza para el futuro. En este caso, esa historia es la de Guadalupe, la (todavía) colonia francesa, en las Antillas, desde el fin de la esclavitud hasta bien entrado el siglo XX, con el protagonismo de tres generaciones de mujeres.
Escrito con una poesía exuberante, melancólica e impredecible —se le ha adjudicado la influencia de las tradiciones orales de la región y sin duda tienen incidencia, pero se detecta, y quizás en mayor medida, muchos de los movimientos poéticos europeos del siglo XX, del surrealismo en adelante—, traducido de manera inspirada por Claudia Ramón, cuyo prólogo es también de gran valor, esta crónica de abuela, madre e hija retrata un mundo de alta precariedad económica y anímica en el que las protagonistas no sólo tienen que lidiar con las injusticias estructurales de su sociedad sino también con la innata mezquindad de la humanidad, con los caprichos de los elementos y, por supuesto, con las depredaciones del patriarcado. Aunque Schwarz-Bart se esfuerza por dar a sus protagonistas momentos, a veces prolongados, de alegría, esta es una novela signada por el fatalismo; aquí la comparación que señala Ramón con la literatura rusa del siglo XIX y la historia judía son útiles. Si bien sus personajes demuestran una resiliencia extraordinaria y hay escenas alentadoras de solidaridad comunitaria, son efectivamente actores pasivos. Los intentos de rebeldía, en la esfera doméstica o pública, están destinados a fallar, y bastante pronto. Dado que Schwartz-Bart es explícita en su identificación con la Guadalupe misma, no podría ser de otra manera.
La buena noticia para el lector es que, a pesar de la tristeza subyacente, Lluvia y viento sobre Télumée Milagro es un tesoro de imágenes y experiencias de una energía memorable y profundamente grata. Sus descripciones del trabajo en el cañaveral, por ejemplo, o la desolación de una relación soñada que se pudre hasta volverse una pesadilla salvaje, tienen un poder que ubica a su autora en un primer rango de escritores, del tipo que queda en la mente, transformando lecturas futuras y pasadas.
Simone Schwartz-Bart, Lluvia y viento sobre Télumée Milagro, traducción de Claudia Ramón Schwartzman, Cía. Naviera Ilimitada, 2022, 266 págs.
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