Lexikón

Sergio Raimondi

LITERATURA ARGENTINA

Pese al cambio en los modos de lectura, de vez en cuando aún sucede que el encuentro con los tomos de una enciclopedia, un atlas o un gran diccionario despierta un tipo de curiosidad y gozo muy particulares, diferentes de los de otras lecturas. Esta reflexión suscita Lexikón, de Sergio Raimondi. Siempre podemos leerlo como un clásico libro de poemas y demorarnos en versos sorprendentes, tal este registro de una percepción: “distinguir la diferencia de la lluvia centellante / —multitud lábil de bolitas de agua en la cara—”. Pero como un lexicón es un tipo de diccionario, también podríamos recuperar ese asombro, casi infantil, y dejarnos arrastrar por un modo de leer tan ligado al deseo de saber sobre mundos desconocidos. Si nos dejáramos llevar por la curiosidad del momento, en este Lexikón sería factible buscar, entre 255 entradas, el nombre de un objeto o de una acción (“Ábaco”, “Lapsus”), nombres propios (“Foucault, Michel”), una categoría filosófica o lingüística o biológica (“Conatus”, “Deixis”, “Xenogamy”), una palabra escrita en idiomas ignorados, una letra, una fórmula o una pregunta. Esos títulos, que en el índice se nombran como “términos y materias”, ordenan alfabéticamente los poemas. “Tal vez la operación más radical haya consistido / en la elección de una secuencia alfabética / favorable para que un artículo sobre teología / fuese continuado por una descripción / del método para la fabricación de cuchillos”, explica la entrada correspondiente a “Encyclopédie (ou dictionnaire raisonné)”. Quizás la densidad informativa sea lo que marque la velocidad de lectura. Lexikón pide que leamos despacio. Es probable que, entonces, de a poco, con las sucesivas consultas, notemos la composición de un tejido y cómo en la lógica alfabética se cuela la de la serie.

Así aparece un hilo común: en cada entrada se entabla una discusión sobre qué es conocer y con qué medios lo hacemos. Abundan los “habría que”, “debería”, “convendría”, “hace falta” y sus variantes propedéuticas para las diferentes disciplinas científicas (“Qué problema que los útiles conformados / en una combinación sutil entre ciencia y teología / hayan separado tajantes ciencia y teología”); para el saber de la historia (“Y qué decir del candor del historiador / que al narrar la historia cree que narra // algo. Como si los hechos empíricos / estimados como marcas de periodización // hubieran en efecto sucedido alguna vez”) o el de la acción política (“también convendría sopesar la posibilidad / de que esas concepciones tan apreciadas / sobre las que se ha fundado históricamente / un modo de entender la tarea política”). Es decir que, al ocuparse del motivo de la entrada, el Lexikón cuestiona los modos de conocer dominantes en Occidente (merece una sección aparte la serie de poemas sobre China). Se trata, entonces, de una epistemología, aunque escrita en verso. ¿Una epistemopoética? ¿Por qué no? A la vez que discute con quienes delimitan objetos de conocimiento inmóviles y elaboran relatos causales para explicarlos (“Y, sí. a quien busca reducirlas a ecuación / por áurea que sea le ha de impactar saliendo / bajo la escama del cono abierto la hormiga”; “Cuando se acepta el entendimiento restringido de la ciencia / la ausencia de verificación objetiva puede ser una ventaja”); lo poético aparece como un saber capaz de recolectar las cosas en su movimiento. Es más, lo poético se podría situar en la disposición para escuchar y tocar el movimiento de las cosas, y es al dejarse afectar por ellas que produce una clase de saber (“al menos que las ondas electromagnéticas no pueden // alcanzar a dar cuenta del brillo rojizo de un atardecer / porque esa experiencia forma parte de una ocasión / heterogénea que incluye la brisa girando entre pinos”). Hamacher dice que “donde el saber no aparece, se mueve el afecto”, lo que sintetiza por dónde va la idea de conocimiento para esta escritura (“Pero no todo es sublimable, y un resto insistente / se mantiene con los años sin hallar liquidez”). A tono con una agenda que gana interlocutores en el arte contemporáneo, a la vez que empieza a configurarse como matriz filosófica del presente, Lexikón advierte que la separación entre poesía y filosofía, entre arte y ciencia, entre la palabra que piensa, la que canta, la que recuerda y la que mueve a la acción, o entre cuerpo y palabra, ha sido siempre un modo de controlar el deseo, ese que se maravilla ante la multiplicidad del mundo. Súbitamente, entonces, nos asalta una sospecha: ¿podría haber sido Raimondi un personaje que, junto al chino de la enciclopedia, integrara “El idioma analítico de John Wilkins”, el ensayo de Borges que tanto hizo reír a Foucault?

 

Sergio Raimondi, Lexikón, Mansalva, 2022, 424 págs.

 

1 Dic, 2022
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