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Nuevas impresiones de África

Raymond Roussel

OTRAS LITERATURAS

En Cómo escribí algunos libros míos, ese mensaje arrojado al mar del reconocimiento póstumo, Raymond Roussel calculaba haber invertido siete años —un promedio de quince horas en cada verso— en componer Nuevas impresiones de África. Esa rigurosidad febril, sólo rayana en el delirio porque le hacía de tope, queda manifiesta en esta puesta en escena del acto de lectura.

Escrito entre 1915 y 1928, y publicado en 1932, no se trata de una secuela como su título sugiere. El equívoco proviene, no podía ser de otra manera tratándose del autor de Locus solus, de un juego de palabras: Impressions d’Afrique, la obra de 1910, suena al oído francés como Impression à fric (impresión paga), por lo que estas Nouvelles darían cuenta de un nuevo desembolso; y es que Roussel derrochaba su pródiga herencia en la publicación de obras que nunca fueron, salvo el malentendido surrealista, objeto del beneplácito de sus contemporáneos. El poema en cuestión se compone de cuatro cantos en tersos alejandrinos de rima pareada. Y su peculiaridad consiste en que cada uno de esos cantos versa de una sola y laberíntica frase donde proliferan paréntesis dentro de paréntesis, guiones y notas al pie (también en alejandrinos rimados y repletas de paréntesis) que atentan contra la continuidad de la lectura. Para tener una idea de lo demencial del procedimiento, la frase iniciada en la novena línea del canto 1 se completa unas 216 líneas más tarde. Como si esto fuera poco, el hilo también está interrumpido por 59 enigmáticas ilustraciones encargadas por Roussel a un dibujante comercial mediante una agencia de detectives privados. Son enigmáticas debido a que ilustran ¿sucesos? marginales del poema y porque su ubicación es cuanto menos problemática. No contento con ello, las imágenes están ocultas en páginas intonsas, que replican, de manera física, por así decir, los paréntesis del texto.

A este movimiento recursivo se contrapone el interminable despliegue enumerativo que abarca listas de cosas que se achican, listas de cosas que podrían confundirse con otras cosas, listas de palabras que poseen dos sentidos, preguntas difíciles de responder, etcétera. Muchas de estas series insisten en la brecha que se abre entre la mirada y su objeto, en la opacidad de la representación. “Sus interminables enumeraciones —escribió Foucault— forman algo así como dinastías horizontales, en seguida desautorizadas, en donde las conjunciones más inesperadas tratan vanamente de instaurar el reino de lo Mismo”.

Todo lo anterior no revestiría mayor novedad si no fuera porque la editorial madrileña Libros de la Resistencia acometió la gesta de publicar la primera versión bilingüe y facsimilar en lengua española de este ejemplar único en su especie. Y lo hizo ponderando la intención original de Roussel, esto es, respetando el particular plegado de hojas e incorporando El alma de Victor Hugo, la reversión de su primer poema —Mon âme, 1987— en el que ensalzaba el propio genio creador como una fábrica en la que un vasto ejército de obreros extrae del abismo ardiente de su ser cuantiosas “rimas brotando en masa” y que aquí desplaza el elogio al admirado autor de Los miserables. La traducción de Antonio Alarcón prescinde de la rima y se atiene al ritmo y a los encabalgamientos para llevar a buen puerto una tarea que parecía inalcanzable. “Leer a menudo equivale a ser embaucado”, dice en alguna parte el propio poema y nos devuelve algo que acaso creíamos perdido: la dicha de la literatura como juego.

 

Raymond Roussel, Nuevas impresiones de África, traducción de Antonio Alarcón, ilustraciones de Henri-Achille Zo Libros de la Resistencia, 2021, 336 págs.

7 Oct, 2021
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